domingo, 4 de mayo de 2025

JESÚS ESTÁ EN MEDIO DE NOSOTROS. III DOMINGO PASCUA -C

Lecturas misa AQUÍ.

Os dejamos el Evangelio según San Juan 21, 1-19:
MEDITAMOS:
Jesús se aparece a sus amigos junto al lago, en un momento muy sencillo: mientras pescaban. Ellos estaban cansados, habían trabajado toda la noche y no habían pescado nada. Pero cuando escuchan su voz y hacen lo que Él dice, todo cambia. Jesús les prepara el desayuno. ¡Qué detalle tan bonito! No hace milagros grandes esta vez, sino algo muy humano: compartir pan y pescado. Con eso les demuestra que Él sigue cerca, incluso en las cosas simples.
A Pedro le pregunta tres veces si lo ama. Cada vez que Pedro responde “sí”, Jesús le da una misión: cuidar a sus ovejas. Eso significa cuidar a las personas, a los demás. Este evangelio nos enseña que Jesús está presente en lo cotidiano: en la comida, el juego, el estudio, la familia. Y que también a nosotros nos pregunta: “¿Me amas?” Si le decimos que sí, nos confía una tarea: amar, ayudar, cuidar. Como Pedro, también tú puedes ser un buen pastor.
PARA VIVIR:
Nos centramos en la última palabra que pronuncia Jesús, dirigiéndose a Pedro: “Sígueme”. Jesús, hijo de Dios, ha venido a nosotros para una misión muy concreta: enseñarnos el camino de la salvación abriéndonos las puertas del Reino.
¿Qué tenemos que hacer nosotros? 
¡SEGUIRLO! 
Seguir a Jesús es aceptar su mensaje, aceptarlo a él como Palabra del Padre, camino, verdad y vida. Seguir a Jesús es continuar llevando a cabo su misión, ir a todo el mundo y anunciar la Buena Noticia del Reino. Esta Palabra que hoy hemos recibido nos invita a salir de aquí renovados, dispuestos a seguir a Jesús con mayor entusiasmo y disponibilidad. Para seguir a Jesús no hace falta sino disponer el corazón y abrirlo al compartir, a ayudar y servir a nuestros hermanos, empezando por los que más necesitan de nuestra ayuda y están más cerca de nosotros. Celebremos la presencia de Jesús entre nosotros.
- ¿En qué momentos sencillos puedo descubrir a Jesús en mi día?
- ¿Cómo le puedo decir a Jesús que lo amo, con mis acciones?
- ¿A quién puedo “cuidar” esta semana como hizo Pedro?
ORACIÓN:
Querido amigo Jesús, 
hoy estamos reunidos 
como una gran familia 
y, tú, estás en medio de nosotros. 
Te damos las gracias 
porque en estos encuentros semanales, 
vamos aprendiendo muchas cosas  
que nos preparan para la vida. 
Te damos gracias por nuestros padres
que nos apoyan 
y nos educan en la vida cristiana. 
Te pedimos, Jesús, 
 bendigas a nuestros Padres 
y ayúdalos en su trabajo, 
en su vida de familia 
y en todas sus necesidades. 
Ayúdanos a nosotros a ser buenos hijos, 
a ser responsables y alegres. Amén.
ACTIVIDADES:
1. Lee o ve de nuevo el Evangelio. Después comenta con tus padres y catequistas las siguientes cuestiones:
  • Contesta:
  1. ¿Dónde se les aprecio de nuevo Jesús a los discípulos?
  2. ¿Qué le dijo Pedro a los discípulos y ellos que le contestaron?
  3. Al amanecer ¿Qué sucedió?
  4. ¿Qué le dijo el discípulo predilecto a Pedro?, ¿Qué hizo Pedro?
  5. ¿Qué hicieron los demás discípulos? y ¿Qué paso cuando saltaron a la tierra?
  6. ¿Qué les dijo Jesús y qué hizo Pedro?
  7. ¿A qué no se atrevían los discípulos y porque?
  8. ¿Qué número de aparición de Jesús resucitado fue esta?
  9. ¿Qué le dice Jesús a Pedro tres veces y qué le contesta tres veces Pedro?
  10. ¿Qué le paso a Pedro y que le dijo cuándo le preguntó por tercera vez?
  11. ¿Finalmente que le dijo Jesús a Pedro y porque?
  12. ¿Cómo termina este texto?
  • El texto: El relato de la última aparición de Jesús resucitado a sus discípulos, tiene una escena entrañable. De nuevo entre redes, como al principio; de nuevo ante un faenar cansino e ineficaz, como tantas veces; de nuevo la dureza de cada día, en un cotidiano sin Jesús, como antes de que todo hubiera sucedido.
    Alguien extraño a una hora temprana, desde la orilla, se atreve a provocar haciendo una pregunta allí donde más dolía: sobre lo que había… donde no existía más que cansancio y vacío.
    … Hay unas brasas que recuerdan aquella fogata en torno a la cual días antes el viejo pescador juró no conocer a Jesús, negándole tres veces. Ahora, junto al fuego hermano, Jesús lavará con misericordia la debilidad de Pedro, transformando para siempre su barro frágil en piedra fiel.
    El verdadero milagro no es una red que se llena, como vacío que se torna en plenitud inmerecida. El milagro más grande es que la traición cobarde se transforma en confesión de amor. Hasta tres veces lo confesará… El amor de Jesús, su gracia siempre pronta, le humanizará de nuevo, hasta reestrenar su verdadera vida.
    En nuestro mundo, hay muchas fogatas y foros donde se traiciona a Dios y a los hermanos, y haciendo así nos deshumanizamos, y nos partimos y rompemos. Pero hay otras brasas, las que Jesús prepara al amanecer de nuestras oscuridades y a la vuelta de nuestras fatigas, y allí nos convoca en compañía nueva, haciéndonos humanidad distinta.
    Allí nos permite volver a empezar, en la alegría del milagro de su misericordia inmerecida. Es la última pesca, la de nuestras torpezas y cansancios. Feliz quien tenga ojos para reconocerle como Juan, y quien se deje renacer como Pedro.
  • Reflexión: Profundizamos: 
  • “Salieron y subieron a la barca” (v.3). ¿Estoy dispuesto, yo también, a hacer este recorrido de conversión? ¿O prefiero seguir escondido en mí mismo o en mi comunidad, pero lejos de Jesús? ¿Quiero decidirme a salir, a ir en pos de Jesús?
    “Pero esa noche no pescaron nada” (v.3) ¿Tengo el valor para reconocer que en mí hay vacío, que es de noche, que no tengo nada entre las manos? ¿Tengo el valor de reconocerme necesitado de Jesús y de su presencia? ¿Quiero revelarle mi corazón, lo más profundo de mí mismo, lo que trato siempre de ocultar o de negar y que me hace infecundo? Él lo sabe todo, me conoce hasta el fondo; ve que no tengo nada que comer; pero soy yo el que debe aceptarlo, llegar a Él con las manos vacía y decírselo. ¿Estoy dispuesto a dar este paso para que surja el alba de mi día nuevo?
    JESÚS ES EL TIMÓN DE MI VIDA
    “Tiren la red a la derecha” (v.6) El Señor me habla claramente; hay un momento en el que, gracias a una persona, a un encuentro de oración, a una Palabra escuchada, yo comprendo lo que debo hacer. ¿Estoy dispuesto a escuchar y a obedecer? ¿Tengo el valor de confiar en Él o prefiero seguir tomando mis propias decisiones? ¿Quiero tirar mi red por Él?
    “Simón Pedro… se tiró al agua” (v.7). Ahora es mi momento. ¿Quiero yo también arrojarme al mar de la misericordia del amor del Padre, entregarle a Él toda mi vida con mis dolores y mis deseos, mis pecados y mis esperanzas, mis ganas de volver a empezar y mis pocas fuerzas? ¿Qué estoy dispuesto a ceñir para poder nadar mejor y más rápido hacia Jesús?
    “Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar” (v.10). El Señor pide unir su alimento al mío, su vida a la mía, los frutos de mi misión a los suyos. Él me espera a su mesa pero llevando también a todos aquellos hermanos/as que Él mismo me entrega. No puedo ir a Jesús sola/o. ¿Estoy dispuesta/o a acercarme al Señor, a sentarme a su mesa, a hacer Eucaristía con Él y a llevar conmigo a muchos hermanas y hermanos? ¿Cuáles son mis resistencias y mis obstáculos para ir a Él con los demás?
    “¿Me amas tú?” (v.15) ¿Cómo respondo a esta pregunta? Recordemos que 1Jn 4,7-21 nos afirma que la iniciativa del amor a Dios es siempre divina, que en el amor no hay lugar para el temor, pero también advierte que no se puede amar a Dios que no se ve sin amar al hermano ¿Cómo es mi amor a Jesús?
    “Apacientas mis ovejas” (v.15.16.17) ¿Quiero la misión que el Señor me confía?
    “Sígueme” (v.19) ¿Acepto seguirlo donde Él quiera llevarme? ¿Dónde me pide seguirlo “hoy” y “ahora”?
  • Oración:  
  • Padre bueno y misericordioso, 
    te damos gracias por el don que nos has hecho 
    de Jesús-Palabra y de Jesús-Eucaristía, 
    pan de vida partido por nosotros 
    y alimento de nuestra vida espiritual personal y comunitaria.

    Padre generoso, 
    queremos corresponder a este inmenso don tuyo 
    de regalarnos a Jesús Resucitado 
    intentando vivir en comunión constante 
    con Él a través de los signos 
    que el evangelista nos ha presentado: 
    reconociéndonos infecundos sin Jesús, 
    trabajando juntos por el Reino, obedeciendo Su Palabra 
    y sentándonos con todos los hermanos 
    que “pesquemos” en torno a la mesa eucarística.

    Padre amoroso, 
    Tú que me has creado para decirme que me amas 
    y para pedirme que te ame en los hermanos, 
    te doy gracias, porque el corazón de la Iglesia 
    late con el corazón de Pedro, pero ama con el corazón de Cristo.

    Hacemos un momento de silencio y reflexión para responder al Señor. Hoy damos gracias por su resurrección y porque nos llena de alegría. Añadimos nuestras intenciones de oración. Amén.
  • Interiorizo La Palabra de Dios: Repetimos varias veces esta frase del Evangelio para que vaya entrando a nuestro corazón:

    «¡Señor, tú lo sabes todo y tú sabes que te quiero!»
    (Versículo 17)

    Así como soy, yo te amo. Para inscribirlas en el corazón, las repito y las rumio con la canción: “Tú sabes que te amo” (Hna. Glenda).
    Y así, vamos pidiéndole al Señor ser testigos de la resurrección para que otros crean.
  • Me comprometo
  • En Jn 21,4 se afirma que “los discípulos no sabían que era Él”. Como acción personal o en grupo, podríamos esforzarnos en hacer una lista en la que concretemos todos los “lugares”, “momentos” o “situaciones” en donde reconocemos, hoy, al Señor Resucitado. Luego de hacer la lista, comprometernos a estar más atentos para “reconocer”, aunque sea desde lejos, al Señor.
2. Aprende y colorea:
3. Ve el vídeo "Auténticos" Después coméntalo con tus padres y catequistas:
4. Realiza el puzzle:
Cantamos "He decidido seguir a Cristo"
¡SEGUIR A JESÚS 
ES ACEPTAR SU MENSAJE
Y CONTINUAR SU MISIÓN!

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