OBJETIVOS:
- Comprender al Espíritu Santo como don prometido por el Señor
- Reconocer al Espíritu Santo como luz para comprender y fuerza para seguir y anunciar la salvación que trae Jesús.
- Identificar las acciones del Espíritu Santo que hacen que los gestos y palabras de Jesús sigan vivos hoy a través de la Iglesia.
- Describir y situar la fiesta de la Ascensión dentro del Año litúrgico
Dos discípulos caminan hacia una aldea llamada Emaús. No comprenden ni aceptan que Jesús haya muerto en la cruz. Mientras conversan y discuten con aire entristecido, Jesús en persona se les acerca y se pone a caminar con ellos. Sin embargo, les cuesta abrir los ojos y reconocerlo: Él les dijo: “¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?” Ellos se detuvieron con aire entristecido. Y uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: “¿Eres tú, acaso, el único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha pasado allí estos días?” Él les dijo: “¿Qué?”. Ellos le contestaron: “Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaran. Nosotros esperábamos que él iba a liberar a Israel.(Lc 24, 17 - 21)”
Haber conocido a Jesús, haberlo escuchado y haber visto sus obras no les ha sido suficiente para comprender que Dios actúa de un modo diferente al que los hombres suelen esperar. Necesitan ayuda. Por ello, ya Jesús les había prometido que recibirían, desde el Padre, el don del Espíritu Santo: Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Paráclito, el Espíritu de Santo, que enviará el padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho (Jn 14, 25 - 26).
En estas palabras de Jesús, los apóstoles fueron descubriendo una promesa y una llamada. La promesa que se va a cumplir es el Espíritu Santo, que vendrá como luz que les ayudará a comprender lo que Jesús dijo, y como fuerza para seguirle y vivir unidos en la paz y en el amor del Señor. La llamada es la invitación a llevar la luz del Evangelio con la fuerza del Espíritu Santo y a ser testigos de un nuevo estilo de vida, germen del Reino de Dios.
Después de su ascensión a los cielos, Jesús confía a los discípulos y a todos los cristianos una misma misión: Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y hacer discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos (Mt 28. 18 - 20).
La tristeza de aquellos primeros discípulos se convirtió en alegría y en misión. Como ellos, cada uno de nosotros está llamado a continuar la obra de Jesús con la fuerza del Espíritu Santo. La semilla sembrada por él da fruto, en la iglesia, y crece cuando el discípulo tiene un corazón generoso y se decide a trabajar por el Reino de Dios (Mt 13, 3 - 9).
POR EL ESPÍEITU, LA IGLESIA CONTINÚA LA OBRA DE JESÚS
San Lucas es autor de dos libros de la Biblia: El evangelio que lleva su nombre y el libro de los Hechos de los Apóstoles. El evangelio de san Lucas presenta a Jesús de forma visible, corporalmente. El libro de los Hechos de los Apóstoles lo presenta, no ya presente físicamente, sino actuando por su Espíritu.
El evangelio de san Lucas termina así: Mientras los bendecía, se separó de ellos y se elevo hacia el cielo (Lc 24, 51).
En el libro de los hechos de los Apóstoles empieza recordando ese final: Cuando miraban fijos al cielo, mientras él se iba marchando, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que le dijeron: “Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que ha sido tomado de entre vosotros y llevado al cielo, volverá como lo habéis visto marcharse al cielo”(Hch 1, 10 - 11).
Por la acción del Espíritu Santo, los gestos y palabras de Jesús continúan hoy vivos entre nosotros a través de los gestos y palabras de la Iglesia. Quienes participamos en la vida de la Iglesia descubrimos, en sus gestos y acciones, que la obra salvadora de Cristo sigue presente entre nosotros.
En la Historia de la Salvación, la Iglesia, impulsada por el Espíritu Santo, tiene una misión que realizar. El Señor la ha constituido pueblo de profetas, de testigos de la resurrección enviados a anunciar el Evangelio a todas las naciones, comenzando desde Jerusalén.
CON NUESTRA VIDA ANUNCIAMOS QUE JESÚS SIGUE VIVO
La celebración de la Ascensión, en el séptimo domingo de Pascua, nos recuerda que así como nuestro Señor Jesucristo ascendió al cielo, también nuestro corazón debe ascender con él.
Nos llenamos de alegría porque sabemos que el mundo nuevo y la humanidad nueva han empezado, de una vez para siempre, con la resurrección de Jesucristo.
Su mandato es claro: ahora nos corresponde a nosotros, sostenido por el Espíritu Santo, anunciar a todos los hombres la grandeza y la belleza que supone seguir el camino del Evangelio.
Esta esperanza nos conduce a participar en todo aquello que pueda mejorar nuestro mundo, avivando el amor, defendiendo la justicia y construyendo la fraternidad como testigos del Señor.
Vemos el vídeo Jesús resucitó al tercer día de la Editorial Casal
NO OS DEJARÉ HUÉRFANOS
En las palabras de despedida de Jesús, que nos ofrece el evangelio de san Juan, el Señor nos recuerda que en la oración no estamos solos, que el Espíritu Santo actúa en nuestro corazón.
El que cree en mí, también él hará las obras que yo hago,
y aun mayores, porque yo me voy al Padre.
Y lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré,
para que el Padre sea glorificado en el Hijo.
Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré.
Si me amáis, guardaréis mis mandamientos.
Y yo le pediré al Padre que os dé otro Paráclito,
que esté siempre con vosotros,
el Espíritu de la verdad. (Jn 14, 12 - 17)
Con toda la Iglesia, invocamos al Espíritu Santo con el himno Veni creator:
Ven, Espíritu Creador,
visita las almas de tus fieles,
llena con tu divina gracia
los corazones que creaste.
En el siglo V, San Cirilo de Alejandría, Doctor de la Iglesia desde el año 412 hasta su muerte nos indica qué representa el don del Espíritu Santo para la vida de los creyentes.
Del amor a las cosas terrenas
el Espíritu nos conduce
a la esperanza de las cosas del cielo;
de la cobardía y la timidez,
a la valentía y a la generosa intrepidez.
¿QUIÉN ES EL E. SANTO?
El Espíritu Santo es Dios, es la tercera Persona de la Santísima Trinidad, que procede del Padre y del Hijo. Él da vida a la Iglesia y la hace Santa.
Fuente:
CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA: Testigos del Señor. Editorial EDICE, 2ª edición. Madrid, 2015.
CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA: Sagrada Biblia. Biblioteca de Autores Cristianos (BAC). Madrid, 2011.
ACTIVIDADES:
Reflexiona y comenta con tus padres y catequistas:1. ¿Dónde está Jesús ahora?
2. ¿De qué manera cumple su promesa de no dejarnos solos?
3. ¿Y el Espíritu Santo que movió a los apóstoles e hizo nacer la Iglesia, como lo podemos ver?
4. ¿Está el Espíritu Santo entre nosotros?
Cantamos Ven Espíritu Santo
POR EL ESPÍRITU SANTO
SOMOS CAPACES DE TESTIMONIAR A CRISTO
EN LA PRÁCTICA DE LA CARIDAD
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