(Íñigo López de Recalde; Loyola, Guipúzcoa, 1491 - Roma, 1556) Fundador de la Compañía de Jesús. Su primera dedicación fueron las armas, siguiendo la tradición familiar. Sin embargo, tras resultar gravemente herido en la defensa de Pamplona contra los franceses (1521), cambió por completo de orientación: la lectura de libros piadosos durante su convalecencia le decidió a consagrarse a la religión.
Guipúzcoa, donde nació es el norte de España, cerca de los montes Pirineos que están en el límite con Francia. Su padre Bertrán De Loyola y su madre Marina Sáenz, de familias muy distinguidas, tuvieron once hijos: ocho varones y tres mujeres. El más joven de todos fue Ignacio. El nombre que le pusieron en el bautismo fue Iñigo. Envió a sus compañeros de La Compañía de Jesús como misioneros por Europa para crear escuelas, universidades y seminarios donde estudiarían los futuros miembros de la orden, así como los dirigentes europeos. En 1548, sus Ejercicios espirituales fueron finalmente impresos. Fuente: aciprensa.com
Os dejamos una canción para conocer a S. Ignacio de Loyola:
También os dejamos el vídeo de la vida de S. Ignacio de Loyola:
OBJETIVOS:- Ubicar la Iglesia dentro de la Historia de la Salvación - Conocer las notas distintivas de la Iglesia - Aceptar la realidad sacramental y mediadora de la Iglesia - Pedir al Espíritu Santo experimentar la alegría de formar parte de la Iglesia.
La misión de los Apóstoles empezó a fructificar bajo el impulso del Espíritu Santo. Muchos hombres y mujeres de diversas naciones acogieron la fe. Con el tiempo nacieron comunidades cristianas en Filipos, Tesalónica, Corinto, Éfeso, Colosas, Antioquía y Roma, la capital del Imperio. También fueron evangelizados territorios de oriente y del norte de África.
La predicación del Evangelio no tardó en llegar a la península Ibérica, que era el extremo occidental del mundo entonces conocido. Según la tradición, los pueblos de España recibieron el Evangelio gracias a los apóstoles Pablo y Santiago, y a comerciantes, soldados y esclavos convertidos a Cristo.
Los Apóstoles fundaron Iglesias y pusieron al frente de las mismas a algunos hombres, para que les sucediesen en la misión que ellos mismos habían recibido del Señor. De estas Iglesias apostólicas, como brotes nuevos, han surgido las Iglesias de todos los tiempos. Aunque han sido y son numerosas, forman una sola Iglesia apostólica, el nuevo pueblo de Dios.
Tanto los primeros discípulos como los de hoy, tenemos la certeza de que, gracias al Espíritu, Jesús resucitado permanece en medio de nosotros. En todo el Nuevo Testamento la comunidad cristiana tiene una conciencia viva de la presencia del Señor en ella. No da testimonio de Jesús como de una persona ausente, sino como de alguien vivo y presente, lo celebra en la liturgia, lo invoca, vive y muere por él, y con su Espíritu se ve siempre perdonada y vivificada. Con todo, no podemos identificar la Iglesia con Cristo. Jesús y la Iglesia son inconfundibles entre sí. Él sobrepasa infinitamente a la iglesia y, en cuanto Señor de la Iglesia, su palabra, su vida y su entrega hasta la muerte es la norma a la que la comunidad cristiana debe atenerse siempre.
La Iglesia de Jesucristo sabe que la luz y la fuerza del Espíritu Santo, que el Señor le prometió, la mantiene, paciente y fiel, aun en medio de las dificultades y las persecuciones que experimenta sin cesar. Ella conserva, íntegra, la unidad de la fe, y mantiene viva la comunión fraterna, reforzando los vínculos de paz y mutua hospitalidad entre las diversas comunidades cristianas, acudiendo solícita en ayuda de las más necesitadas.
La Iglesia de Jesucristo responde generosa al urgente mandato del Señor de anunciar el Evangelio por todos los rincones del mundo; ha sido, es y será siempre misionera. Así mismo, mientras camina en este mundo, aguarda con humilde confianza y vigilante ardor el retorno del Señor, su gloriosa venida.
LA IGLESIA ES EL NUEVO PUEBLO DE DIOS
Dios había elegido a Israel entre los demás pueblos. No lo eligió por su grandeza, sino por amor y para que fuese “luz de todas las naciones”. Por la elección y la Alianza, Israel es un pueblo santo.
Aunque no siempre fue fiel a ese pacto de amor, sí hubo hombres y mujeres que se fiaron por completo de Dios, los pobres de Yahvé. En su vida pública, Jesús reunió en torno suyo a algunos de ellos y escogió a los doce Apóstoles con la intención de congregar consigo al nuevo Pueblo de Dios. Con su muerte, su resurrección y con el envío del Espíritu Santo, instituyo la Alianza nueva y eterna de Dios con todos los hombres, ya fuesen judíos o gentiles.
Vemos el vídeo de La Iglesia de la Editorial Casals
La Iglesia es el pueblo de la nueva Alianza, es el nuevo Pueblo de Dios, el nuevo Israel.
CREO EN LA IGLESIA QUE ES UNA, SANTA CATÓLICA Y APOSTÓLICA
• Decimos que la Iglesia es una porque el Espíritu Santo une a los cristianos en Cristo, el único Señor, a fin de que, unidos en la fe, la esperanza y el amor, formen la familia de los hijos de Dios, único Padre de todos.
• Decimos que la Iglesia es santa porque es santo su fundador: Jesucristo; es santo el fin que busca: la santificación de todos los hombres; y son santos los medios que Cristo ha dado para alcanzar su fin: la Palabra y los sacramentos.
• Decimos que la Iglesia es católica porque ha sido establecida por Jesucristo, para que hasta el fin del mundo lleve la salvación a todos los hombres, de todos los pueblos y de todas las culturas; y porque profesa, enseña y comunica toda la verdad de Jesucristo.
• Decimos que la Iglesia es apostólica porque se fundamenta sobre los Apóstoles que Jesús eligió y envió, y porque mantiene siempre vivo y eficaz lo que los Apóstoles enseñaron e hicieron, gracias a la ayuda del Espíritu Santo y al ministerio de sus sucesores, los obispos unidos al Papa.
Estas son las cuatro propiedades de la Iglesia y de su misión. La Iglesia no las tiene por ella mima; es Cristo quien, por el Espíritu Santo, da a la Iglesia el ser una, santa, católica y apostólica; él es también quien la llama a ejercitar cada una de estas propiedades o cualidades.
EL ESPÍRITU SANTO INSTRUYE A LA IGLESIA EN LA VIDA DE ORACIÓN
El Espíritu Santo enseña y recuerda a la Iglesia lo que Jesús dijo, e inspira a los cristianos diversas formas de orar, todas ellas presentes en la eucaristía.
- Bendición es la respuesta agradecida a los dones de Dios: bendecimos a Dios, que nos bendice primero y nos llena de sus dones.
- Adoración es la oración de quien se reconoce criatura ante su Creador y se postra ante él, que nos salva y nos libera del mal.
- Petición es la forma de oración por la que pedimos perdón y suplicamos, humilde y confiadamente, por nuestras necesidades espirituales y materiales; pero la primera realidad que debemos pedir es la llegada del Reino de Dios.
- Intercesión es pedir a favor de otro, sin límites ni fronteras, incluso pedir por los enemigos.
- Acción de gracias es agradecer a Dios todos los acontecimientos que vivimos y dones que recibimos.
- Alabanza es reconocer que Dios es Dios, nuestro Padre que nos ama siempre.
En el siglo XIX, siendo aún muy joven, Santa Teresita del Niño Jesús ingresó en el monasterio de carmelitas de Lisieux, en Francia, dedicando su vida a Dios y practicando la humildad y la sencillez evangélica:
“He hallado mi propio lugar en la Iglesia. En el corazón de la Iglesia, que es mi madre, yo seré el amor”
Vemos el vídeo de la vida de Santa Teresita del niño Jesús. Lisieux
¿Qué es la Iglesia? La Iglesia es la gran familia de los que creen en Jesús y lo siguen bajo la guía del Espíritu Santo; unida por los mismos sacramentos, tiene como pastores a los sucesores de los Apóstoles.
Cantamos: Levanto mis manos
Fuente:
CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA: Testigos del Señor. Editorial EDICE, 2ª edición. Madrid, 2015.
HOMBRE SENCILLO, DIALOGANTE, BUEN ESCUCHADOR Y ANIMADOR
En nuestra Parroquia de Santa María La Mayor de Linares y en Memoria de S. Pedro Poveda se celebró la Eucaristía.
El celebrante D. Antonio Ugarte Hidalgo, uno de nuestros sacerdotes, resaltó su vida entregada a Dios hasta el extremo, así nos relató su vida en la homilía:
Pedro José Luis Francisco Javier Poveda Castroverde (Linares, Jaén, 3 de diciembre de 1874 - Madrid, 28 de julio de 1936), canonizado por la Iglesia católica en 2003 como San Pedro Poveda, y también conocido simplemente como Padre Poveda, fue un sacerdote católico, pedagogo y escritor español, fundador de la Institución Teresiana. Al comenzar la Guerra Civil Española, en julio de 1936, fue detenido en su casa en Madrid en la calle Alameda nº 8, el 27 de julio y fusilado al día siguiente en las tapias del cementerio de la Almudena. En 1974, centenario de su nacimiento, fue reconocido por la UNESCO como humanista y pedagogo.
D. Antonio Ugarte acabó la homilía con un comentario al Evangelio: lo mismo que S. Pedro Poveda, todos los cristianos seguidores de Jesús, estamos llamados asersal de la tierra y luz del mundo. Ya que S. Pedro Poveda fue motivador y se anticipó a que los laicos tengan funciones de misión y evangelización en la Iglesia.
- Reconocer el Espíritu Santo como la tercera persona de la Santísima Trinidad
- Conocer cómo actúa el Espíritu Santo en la vida de cada uno de nosotros y en la vida de la Iglesia.
- Conocer el significado del acontecimiento de Pentecostés y ubicar su celebración en el año litúrgico.
- Valorar el aliento del Espíritu Santo en nuestra oración.
“Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria y que habló por los profetas”
Jesús, cumplida la misión que su Padre le había confiado, ascendió a los cielos y vive y reina con Dios para siempre. Los Apóstoles, antes de empezar la misión que Jesús les había encomendado, esperaron la venida del Espíritu Santo prometido por el Señor.
Se volvieron a Jerusalén, desde el monte que llaman de los Olivos, que dista de Jerusalén lo que está permitido andar en sábado. Cuando llegaron, subieron a la sala superior, donde se alojaban Pedro y Juan, Santiago y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo, Santiago el de Alfeo y Simón el Zelotes y Judas el de Santiago. Todos ellos perseveraban unánimes en la oración junto con algunas mujeres y María, la Madre de Jesús. (Hch 1,12-14)
Aunque a la hora de la prueba habían abandonado a Jesús y, asustados, se habían escondido, el encuentro con el Resucitado los había reunido de nuevo, confiados en que se realizarían las promesas del Señor.
Al cumplirse el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar. De repente, se produjo desde el cielo un estruendo como de viento que soplaba fuertemente, y llenó toda la casa donde se encontraban sentados. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se dividían, posándose encima de cada uno de ellos. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía manifestarse. (Hch 2,1-4)
Como un viento impetuoso que lo penetra todo, sin que nadie sea capaz de detenerlo, como una chispa de fuego que enciende cuanto toca a su alrededor, el Espíritu Santo llenó los corazones de los discípulos de Jesús y de otros hombres buenos que aún no lo conocían y, aunque todos hablaban distintas lenguas, cada uno entendía las maravillas de Dios.
El Espíritu Santo hace desaparecer sus miedos, infunde la paz y da a los Apóstoles el poder de perdonar los pecados de los hombres en nombre de Dios.
Con valentía los Apóstoles anuncian ante todos los pueblos: El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús. Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que lo obedecen. (Hch 5,30-32)
VemosPentecostésen este vídeo:
CREO EN EL ESPÍRITU SANTO, SEÑOR Y DADOR DE VIDA
Dios Padre, desde antiguo, prometió a su pueblo, por medio de los profetas, derramar su Espíritu Santo. Con la Resurrección de Jesucristo tuvo lugar la máxima efusión del Espíritu Santo. Según aquella promesa, el Espíritu Santo renueva los corazones de los hombres y reúne y reconcilia los pueblos dispersos y enfrentados, recreando para siempre al mundo y a la humanidad.
El Espíritu Santo congrega a todos los pueblos para hacer de ellos el Reino de Dios. El Espíritu Santo es quien congrega a la Iglesia. Gracias al Espíritu Santo, el nuevo pueblo de Dios abarcará el mundo entero y todos los tiempos.
El Espíritu Santo lleva a plenitud la obra de Cristo en la Iglesia y en el mundo. El Espíritu Santo es el don que Jesús resucitado, desde el Padre, manda a la Iglesia. Jesucristo prometió estar con los suyos hasta el fin del mundo y envió al Espíritu Santo, mediante el que está presente y obra en medio de la Iglesia y en el mundo.
El Espíritu Santo dirige la misión de la Iglesia. Asiste siempre a la comunidad cristiana, sobre todo cuando sus miembros sienten el rechazo del mundo al anunciar el Evangelio.
El Espíritu Santo santifica y da vida a la Iglesia y a los cristianos en ella. El Espíritu Santo congrega constantemente a los cristianos en la Iglesia y hace brotar y renueva la comunión de los creyentes con Dios y entre sí. El Espíritu Santo ilumina e impulsa al hombre para que crea en Jesucristo como su Señor, para que confíe en el Padre, acoja su amor y cumpla su voluntad.
El Espíritu Santo es Dios como el Padre y el Hijo. La Iglesia confiesa que el Espíritu Santo es la comunión de amor con que se aman entre sí el Padre y el Hijo, y también el origen de toda verdadera comunión. La Iglesia, con Jesucristo, puede alabar la gloria de Dios Padre porque lo hace en la unidad del Espíritu Santo, es decir, como comunión de amor, fruto del Espíritu Santo.
EL ESPÍRITU SANTO ALIENTA NUESTRA ORACIÓN
En cualquier lugar del mundo donde se ora y se busca la verdad, allí está el Espíritu Santo. Él inspira la oración en el corazón de cada persona, niños, jóvenes y mayores. Además, nosotros también podemos rezar al Espíritu Santo.
De corazón le pedimos que nos ayude a orar, la felicidad que solo Dios puede darnos y la alegría que es fruto del amor, que es Dios mismo.
Ven, Espíritu Santo,
llena los corazones de tus fieles
y enciende en ellos el fuego de tu amor.
Rey celeste, Espíritu Consolador, Espíritu de Verdad,
que estás presente en todas partes y lo llenas todo,
tesoro de todo bien y fuente de la vida,
ven, habita en nosotros, purifícanos y sálvanos.
¡Tú, que eres bueno!
Cantamos Los 7 dones del Espíritu Santo
En el siglo XXI, el papa Benedicto XVI enseña que el Espíritu Santo nos ayuda a descubrir la única riqueza que es Cristo:
BENEDICTO XVI Papa emérito
“En Cristo, en el Hijo, se nos ha dicho todo, se nos ha dado todo. Pero nuestra capacidad de comprender es limitada. La misión del Espíritu Santo consiste en introducir a la Iglesia de modo siempre nuevo, de generación en generación, en la grandeza del misterio de Cristo.”
¿Para qué envió Dios, por Jesucristo, al Espíritu Santo al mundo? Dios envió por Jesucristo, el Espíritu Santo al mundo, para congregar a todas las gentes en la Iglesia, continuando así la misión salvadora de Jesús, el Señor, hasta que él vuelva.
Fuente:
CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA: Testigos del Señor. Editorial EDICE, 2ª edición. Madrid, 2015.
Meditamos: El que quiera ser grande entre vosotros que sea vuestro servidor. Mi cáliz lo beberéis pero mi puesto a la derecha o izquierda lo dará mi Padre....
Para la vida: Este domingo es el día central del Año Compostelano. Santiago Apóstol nos muestra el camino del verdadero discípulo, el de la conversión. Caminar hacia Jesús para servir. No hay camino de vanagloria ni de poder, porque lo nuestro es servir.
No exijamos nada, no nos creamos importantes, en la Iglesia somos todos iguales, Lo importante es caminar, con otros, sinodalmente, repartiendo el amor de Corazón de Cristo; la Palabra del Señor es mas simple, más dócil, mas humilde, no exige, solo se da; se da sirviendo, así como lo hicieron los Apóstoles y hoy en que recordamos a Santiago, quienes abrieron el corazón a los demás para estar unidos en el Cuerpo de Cristo.
ORACIÓN:
Señor Jesús,
haznos generosos y bondadosos
para compartir y servir a los demás,
siendo fieles discípulos tuyos. Amén
Cantamos Igual que tu deBrotes de Olivo
ACTIVIDADES:
1. Lee o ve de nuevo el Evangelio de hoy. Comenta con tus padres y catequistas como Santiago es un ejemplo a seguir por los cristianos.
2. El Evangelio dice:
“No saben lo que piden”, respondió Jesús. “¿Pueden beber el cáliz que yo beberé?”
esos puestos son para quienes se los ha destinado mi Padre
el que quiera ser el primero que se haga su esclavo: como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud
Haz una lista con las palabras o frases o actitudes que que te llaman la atención.
3. Piensa en algunas cosas que necesitamos de Dios y comenta con tus padres y catequistas su importancia y a qué te compromete, qué acción concreta para llevar a cabo durante la semana pensando en servir a los demás.
4. Aprende y colorea:
5. Ve el vídeo ¿Eres capaz de beber el cáliz que yo he de beber? y coméntalo con tus padres y catequistas
El contexto geográfico es el Mar de Galilea, sus orillas y las montañas circundantes. Una enorme multitud sigue a Jesús, atraídos por su personalidad, por su humilde autoridad que funcionaba como un imán que atraía preferencialmente a los pobres, y rechazaba a los más ricos y poderosos. Cinco mil personas le siguen rodeándolo en las cercanías del Mar.
La multiplicación de los panes ocurre en la Montaña. Esta tiene una significación especial en al Antiguo Testamento como lugar de encuentro y cercanía con Dios, lugar de Teofanía.
Jesús sabe leer la realidad que lo rodea, no es indiferente a ella. Esto lo lleva a buscar una solución, alguna acción concreta para solucionar el problema, en este caso el hambre de la multitud. Es Jesús quien toma la iniciativa de dar de comer a la gente para que no sucumban en el camino. Dice la palabra que Jesús sabe lo que va a hacer, pero primero pregunta a uno de sus discípulos como hacer para darles de comer. Lo hace para ponerlos a prueba, y conocer la forma en que actuarían y reaccionarían. Como mínimo se necesitaría 200 denarios para alimentar a tanta gente. El denario es una moneda romana, y una de estas equivalía al pago de una jornada de trabajo, esto nos da la magnitud del inmenso esfuerzo económico, y físico que era necesario para alimentar a tanta multitud.
La respuesta de Andrés, el hermano de Pedro, es más acertada que la de Felipe que responde en un tono pesimista. Andrés aún sin encontrar la solución al problema, presenta lo poco y diminuto ante la inmensidad, 5 panes y dos pescados. Sabe que eso no es más que una gota en medio del desierto, pero se lo presenta de igual modo a Jesús, lo pone a su consideración.
Para los Padres de la Iglesia, y para los teólogos de la antigüedad este relato es de gran importancia por lo que se han realizado grandes trabajos de exégesis sobre el mismo. Es de allí que la tradición de la Iglesia, hace una lectura de este relato como una prefiguración a la Eucarística, y también de la predicación evangélica.
Pan de la Eucaristía
La significación eucarística del relato. Jesús es el centro y el autor del milagro y la multitud, es ahora una “comunidad”, convocada por la sola presencia del Señor. Jesús hace sentar a la comunidad, como una manera de introducirlos a lo que va a ocurrir, una forma particular de detener lo ordinario y rutinario, para poner los sentidos humanos atentos a la obra de Dios. Jesús toma el pan, lo bendice, lo parte y distribuye. De esta forma se multiplica, se pasa de lo limitado a lo que ya no tiene límites, el Señor responde con abundancia. De ahí que las sobras de pan y pescado son mayores a lo que había en un principio. En estas acciones esta condensada la liturgia eucarística, en el rito de la consagración. En esta acción Jesús anticipa el maná vivo que dará a su pueblo, el mismo será el pan que se entregará, y partirá a través de su Pasión y muerte, para que quien comiendo de él, tenga vida eterna. De allí que el relato aporta que se estaba cerca la fecha Fiesta de la Pascua Judía.
El Pan también es símbolo de la Palabra de Dios aprovechada, que alimenta y sacia, produciendo utilidad espiritual. Jesús alimenta con este pan dando acceso a un sentido más profundo. El crecimiento, y la multiplicación del pan de la Palabra aparece como un acontecimiento que se renueva con la predicación, un alimentar espiritualmente a la comunidad. El Pan de la Palabra se multiplica predicando, llevando la Palabra a otros, evangelizando.
Jesús permanece vivo y presente en la eucaristía, y de la misma manera en la Palabra, porque Él mismo es la Palabra, el verbo eterno. Ambos panes dan fuerza en el camino, son testimonios de la presencia de Dios en medio de su Pueblo, que lo acompaña en su peregrinar en la tierra, para fortalecerlos en la misión de llegar al Cielo. Estas dos interpretaciones y significaciones están presentes en las dos partes fundamentales en la que se divide toda la liturgia Eucarística: la Palabra que sacia y alimenta, y pan que transformado en el cuerpo de Jesús, que es la Palabra viva hecha carne para alimentarnos y salvarnos.
Para la vida: Hoy el Señor me invita a multiplicar gestos y actitudes esperanzadas, y evangélicas. Es por ello me comprometeré a leer la realidad que me rodea, y a partir de allí elegir hacía donde ir, y llevar el “pan material” para cubrir alguna necesidad (alimentos, medicinas, etc.), y llevando el “pan espiritual” de la Palabra, para anunciarles el consuelo, y la alegría de esperar en el Señor.
En nuestro grupo nos comprometemos a ser una comunidad Eucarística, poniendo al Señor en el centro de nuestras vidas, e historias. Buscamos a través de nuestras actividades y apostolados, lograr que la comunidad conozca a Jesús, y lo descubra cotidianamente en la eucaristía. Pensamos en personas concretas que por motivos de salud, u otros no puedan acercarse a comulgar, para informarles a nuestros sacerdotes, o ministros de la eucaristía para que puedan ir a su encuentro.
1. ¿Soy yo acaso, como estos seguidores de Jesús, que a pesar de las dificultades (en este caso el hambre) no lo abandonan?
2. ¿Soy como Jesús, que poniendo su mirada en la comunidad, toca la realidad que los embarga, oprime y preocupa? ¿Busco soluciones ante estas realidades, o me dejo llevar por una fría indiferencia?
3. ¿Hay en mí actitudes pesimistas similares a la de Felipe, que no logra ver más allá de lo circunstancial, aún estando en presencia del Señor?
4. ¿Y si en lugar de pesimismo pongo en las manos de Jesús lo poco, débil y limitado de mi ser y actuar, para que Él lo multiplique? ¿O me encierro en un egoísmo autorreferencial, creyendo que puedo cambiar, y mejorar solo por mi mismo? ¿En que virtudes siento que estoy necesitando crecer, y mejorar?
5. ¿Qué significa para mí tener el don precioso de recibir el pan eucarístico? ¿Comprendo realmente que Jesús se encuentra vivo y presente allí? ¿Preparo mi alma, que es templo del Espíritu Santo, para darle a Jesús un lugar acogedor y cálido?
6. ¿La tarea de multiplicar queda solo restringida a un hecho bíblico, o yo tambien me siento llamado a multiplicar el pan de la Palabra, las virtudes, y los gestos evangélicos? ¿A que me siento llamado hoy a multiplicar para bien del Reino?
7. ¿Al recibirlo, expreso mi acto de Fe, como lo hizo la multitud, que ante la magnanimidad de su presencia solo atinan a decir “este es el Profeta que ha de venir al mundo”?
8. Ve el vídeo ¿Eres capaz de beber el cáliz que yo beberé? y comenta con tus padres y catequistas
- Comprender al Espíritu Santo como don prometido por el Señor
- Reconocer al Espíritu Santo como luz para comprender y fuerza para seguir y anunciar la salvación que trae Jesús.
- Identificar las acciones del Espíritu Santo que hacen que los gestos y palabras de Jesús sigan vivos hoy a través de la Iglesia.
- Describir y situar la fiesta de la Ascensión dentro del Año litúrgico
Dos discípulos caminan hacia una aldea llamada Emaús. No comprenden ni aceptan que Jesús haya muerto en la cruz. Mientras conversan y discuten con aire entristecido, Jesús en persona se les acerca y se pone a caminar con ellos. Sin embargo, les cuesta abrir los ojos y reconocerlo: Él les dijo: “¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?” Ellos se detuvieron con aire entristecido. Y uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: “¿Eres tú, acaso, el único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha pasado allí estos días?” Él les dijo: “¿Qué?”. Ellos le contestaron: “Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaran. Nosotros esperábamos que él iba a liberar a Israel.(Lc 24, 17 - 21)”
Haber conocido a Jesús, haberlo escuchado y haber visto sus obras no les ha sido suficiente para comprender que Dios actúa de un modo diferente al que los hombres suelen esperar. Necesitan ayuda. Por ello, ya Jesús les había prometido que recibirían, desde el Padre, el don del Espíritu Santo: Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Paráclito, el Espíritu de Santo, que enviará el padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho (Jn 14, 25 - 26).
En estas palabras de Jesús, los apóstoles fueron descubriendo una promesa y una llamada. La promesa que se va a cumplir es el Espíritu Santo, que vendrá como luz que les ayudará a comprender lo que Jesús dijo, y como fuerza para seguirle y vivir unidos en la paz y en el amor del Señor. La llamada es la invitación a llevar la luz del Evangelio con la fuerza del Espíritu Santo y a ser testigos de un nuevo estilo de vida, germen del Reino de Dios.
Después de su ascensión a los cielos, Jesús confía a los discípulos y a todos los cristianos una misma misión:Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y hacer discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos (Mt 28. 18 - 20).
La tristeza de aquellos primeros discípulos se convirtió en alegría y en misión. Como ellos, cada uno de nosotros está llamado a continuar la obra de Jesús con la fuerza del Espíritu Santo. La semilla sembrada por él da fruto, en la iglesia, y crece cuando el discípulo tiene un corazón generoso y se decide a trabajar por el Reino de Dios (Mt 13, 3 - 9).
POR EL ESPÍEITU, LA IGLESIA CONTINÚA LA OBRA DE JESÚS
San Lucas es autor de dos libros de la Biblia: El evangelio que lleva su nombre y el libro de los Hechos de los Apóstoles. El evangelio de san Lucas presenta a Jesús de forma visible, corporalmente. El libro de los Hechos de los Apóstoles lo presenta, no ya presente físicamente, sino actuando por su Espíritu.
El evangelio de san Lucas termina así: Mientras los bendecía, se separó de ellos y se elevo hacia el cielo (Lc 24, 51).
En el libro de los hechos de los Apóstoles empieza recordando ese final: Cuando miraban fijos al cielo, mientras él se iba marchando, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que le dijeron: “Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que ha sido tomado de entre vosotros y llevado al cielo, volverá como lo habéis visto marcharse al cielo”(Hch 1, 10 - 11).
Por la acción del Espíritu Santo, los gestos y palabras de Jesús continúan hoy vivos entre nosotros a través de los gestos y palabras de la Iglesia. Quienes participamos en la vida de la Iglesia descubrimos, en sus gestos y acciones, que la obra salvadora de Cristo sigue presente entre nosotros.
En la Historia de la Salvación, la Iglesia, impulsada por el Espíritu Santo, tiene una misión que realizar. El Señor la ha constituido pueblo de profetas, de testigos de la resurrección enviados a anunciar el Evangelio a todas las naciones, comenzando desde Jerusalén.
CON NUESTRA VIDA ANUNCIAMOS QUE JESÚS SIGUE VIVO
La celebración de la Ascensión, en el séptimo domingo de Pascua, nos recuerda que así como nuestro Señor Jesucristo ascendió al cielo, también nuestro corazón debe ascender con él.
Nos llenamos de alegría porque sabemos que el mundo nuevo y la humanidad nueva han empezado, de una vez para siempre, con la resurrección de Jesucristo.
Su mandato es claro: ahora nos corresponde a nosotros, sostenido por el Espíritu Santo, anunciar a todos los hombres la grandeza y la belleza que supone seguir el camino del Evangelio.
Esta esperanza nos conduce a participar en todo aquello que pueda mejorar nuestro mundo, avivando el amor, defendiendo la justicia y construyendo la fraternidad como testigos del Señor.
Vemos el vídeo Jesús resucitó al tercer día de la Editorial Casal
NO OS DEJARÉ HUÉRFANOS
En las palabras de despedida de Jesús, que nos ofrece el evangelio de san Juan, el Señor nos recuerda que en la oración no estamos solos, que el Espíritu Santo actúa en nuestro corazón.
El que cree en mí, también él hará las obras que yo hago,
y aun mayores, porque yo me voy al Padre.
Y lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré,
para que el Padre sea glorificado en el Hijo.
Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré.
Si me amáis, guardaréis mis mandamientos.
Y yo le pediré al Padre que os dé otro Paráclito,
que esté siempre con vosotros,
el Espíritu de la verdad. (Jn 14, 12 - 17)
Con toda la Iglesia, invocamos al Espíritu Santo con el himno Veni creator:
Ven, Espíritu Creador,
visita las almas de tus fieles,
llena con tu divina gracia
los corazones que creaste.
En el siglo V, San Cirilo de Alejandría, Doctor de la Iglesia desde el año 412 hasta su muerte nos indica qué representa el don del Espíritu Santo para la vida de los creyentes.
Del amor a las cosas terrenas
el Espíritu nos conduce
a la esperanza de las cosas del cielo;
de la cobardía y la timidez,
a la valentía y a la generosa intrepidez.
¿QUIÉN ES EL E. SANTO?
El Espíritu Santo es Dios, es la tercera Persona de la Santísima Trinidad, que procede del Padre y del Hijo. Él da vida a la Iglesia y la hace Santa.
Fuente:
CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA: Testigos del Señor. Editorial EDICE, 2ª edición. Madrid, 2015.
Reflexiona y comenta con tus padres y catequistas: 1. ¿Dónde está Jesús ahora? 2. ¿De qué manera cumple su promesa de no dejarnos solos? 3. ¿Y el Espíritu Santo que movió a los apóstoles e hizo nacer la Iglesia, como lo podemos ver? 4. ¿Está el Espíritu Santo entre nosotros?