domingo, 18 de mayo de 2025

AMAOS UNOS A OTROS COMO YO OS HE AMADO. V DOMINGO PASCUA -C

 
Lecturas misa AQUÍ.

Os dejamos el Evangelio según San Juan 13, 31-33a. 34-35
MEDITAMOS
AMAR
No es fácil hablar de amor. La palabra amor está tan usada y se interpreta tan mal que muchos no creen en que haya un amor verdadero, un AMOR con mayúscula. Hay quienes se sorprenden cuando leen en la Biblia que Dios es Amor. El amor que se maneja en la sociedad actual, es un sentimiento de placer egoísta, es un contrato de tu me das y yo te doy, es hacer lo que todos hacen porque si no, me dicen que soy tonto o de otra época, es pasar un día, una noche, un tiempo, con alguien hasta que llegue el cansancio y luego, todo se termina. El amor del que nos habla Jesús, es amar como él ama, sin egoísmo, sin contrato, sin tiempo determinado, un amor puro que busca el bien de la otra persona, aunque no lo sepa ella o lo entienda.
Están en La última cena, es en la sombra de la traición donde Jesús habla del amor verdadero. No un amor idealizado, sino uno que se entrega incluso sabiendo que puede ser herido.
AMAR COMO ÉL AMA
PARA LA VIDA:
El amor al estilo de Jesús es el que crea paz, el que hace que compartamos nuestras cosas, el que perdona miles de veces, el que está pendiente del más necesitado, el que une a los que están enemistados y crea familias y comunidades. Hay grupos religiosos que dicen de sí mismos: “Los únicos que tenemos la verdad”, pero que, si observamos bien, van creando desunión, separación, enemistad y odio entre las familias y los conocidos. Rompen las buenas relaciones aún entre los esposos, padres e hijos, hermanos. ¿Tendrá eso que ver con el mandamiento de Jesús? ¿No será esa una señal de la ausencia de Dios?
Amar como Cristo es elegir quedarse, dar, servir… incluso cuando no hay garantía de ser correspondido. Es el amor que se arrodilla para lavar los pies, que no se retira cuando duele, que no exige, sino que se ofrece.
La cruz no es un fracaso, sino el árbol donde florece este amor radical. Como una vela que se consume para dar luz, así es el amor de Cristo: un amor que salva precisamente porque se entrega hasta el final.
No hay amor más grande
que dar la vida por los amigos
ORACIÓN:
Querido amigo Jesús,
amarnos unos a otros 
como tú nos amas es muy difícil, 
pero, sabemos que con tu ayuda 
todo es posible, 
 por eso, confiamos en ti. 
Queremos ser valientes 
y no tener miedo a hacer el bien 
aunque hagan burla de nosotros. 
Ayuda a la gente a liberarse 
del egoísmo 
para que haya amor en el mundo. Amén.
Cantamos "Amar a todos"
ACTIVIDADES:
1. Lee o ve de nuevo el Evangelio. Después comenta con tus padres y catequistas las siguientes cuestiones:
  • Contesta:
  • - ¿Para dónde iba Judas cuando Jesús habló?
    - ¿Cuál es el mandamiento nuevo que nos da Jesús?
    - ¿El amor entre unos y otros es suficiente?
    - ¿Cómo es el amor de Jesús?
    - ¿Cómo reconocerá la gente a los discípulos verdaderos de Jesús?

     

  • El texto: texto breve pero muy denso y de gran importancia. Aquí comienzan los discursos de despedida que se prolongarán hasta el final del capítulo 17. Este género literario “último discurso” es bastante frecuente en la Biblia como asimismo en la literatura extra-bíblica. En los libros más antiguos del AT, el discurso de despedida ya aparece, por ejemplo, cuando Jacob se despide de sus hijos y les da su bendición (Gn 47,29-49,33) o cuando Josué se despide de Israel (Jos 22-24). Bien podríamos sumar la despedida de David (1Cro 28-29), la de Matatías a sus hijos en 1Mac 2,49-68 o la despedida que Tobit dirige en su lecho de muerte a su hijo Tobías (Tob 14,3-11). Pero quizá el ejemplo más importante sea el discurso de despedida que Moisés dirige a Israel en todo el Deuteronomio. En el NT, otro ejemplo del género es el discurso de despedida de Pablo a los ancianos de Éfeso (Hch 20,17-38). La situación común es la de un gran personaje que, en la víspera de su muerte, reúne a los suyos (hijos, discípulos, todo el pueblo) para darle instrucciones que les ayudarán una vez que él haya partido. En el lecho de muerte, el padre, maestro o guía consuela y anima a sus hijos o seguidores, a la vez que los exhorta a conservar la fidelidad a Dios y a las enseñanzas recibidas. El discurso suele terminar con una oración. Esto ocurre, por lo que respecta a este texto de Juan, en el ambiente de una cena de despedida.
  • “Después que salió (Judas), dice Jesús…” Notemos que cuando Jesús empieza a hablar en forma íntima y confidencial con sus Apóstoles, dándoles las últimas recomendaciones, ahí Judas ya no está. Judas no podría resistir hablar de amor, no estaba en condiciones de recibir semejante testamento espiritual. Quien a esa altura de su vida ya había sido tomado por “la noche” (13,30) de la traición y el odio, tenía que “salir”. La salida de Judas significa la desaparición del único elemento oscuro que quedaba entre los Discípulos. Judas estuvo en todo momento con Jesús. Fue uno de los Doce primeros elegidos, lo acompañó durante su ministerio, escuchó sus enseñanzas y vio los signos que realizó en su vida pública. Estuvo en la cena pascual junto al Maestro de quien también, de rodillas, recibió el lavatorio de los pies… sin embargo, de aquel último diálogo tan trascendental no pudo participar. Hasta pareciera que Jesús esperó a que Judas saliese para compartir las dos ideas más importantes que ocuparían en ese momento su corazón. Ahora la prioridad era dejarle a sus “hijos” su testamento espiritual: el alcance de la Pasión y el alcance del principal de los mandamientos. Un dato interesante en la primera parte de este texto que hoy propone la liturgia es la combinación de los tiempos verbales: pasado (v.31: “ha sido glorificado”) y futuro (v.32: “lo glorificará”). Pero esa misma mezcla de tiempos que encontramos acá, ya había aparecido en 12,28: “Lo he glorificado y lo volveré a glorificar”. El tiempo pasado se refiere a toda la pasión, muerte, resurrección y ascensión que se producen en “la hora” mientras el futuro se refiere a la gloria que obtendrá el Hijo cuando vuelva junto al Padre. Lo mismo dirá en 17,4-5: “Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste realizar. Ahora, Padre, glorifícame tú, junto a ti, con la gloria que tenía a tu lado antes que el mundo fuese”. Una vez más Juan nos presenta la Pasión como un paso victorioso o momento de suma gloria.
    Jesús todavía no ha sido crucificado, todavía no ha muerto pero de hecho ya aceptó libremente su muerte e incluso ya entregó aquello que es prenda de su muerte: su cuerpo y su sangre. Camina hacia la muerte como paso al Padre que es cuando la glorificación quedará completa. Cuando el Hijo resucitado vuelva al seno del Padre, momento definitivo y último del misterio pascual, se dará la glorificación del Padre. La Cruz no es separación ni abandono de parte del Padre, sino todo lo contrario: es la revelación de cuán hondamente Dios está presente en la vida de Jesús. Evento que sucederá pronto. Esta parte termina diciendo “y lo glorificará pronto” (v.32).

    Luego de estas palabras complejas, pero llenas de triunfo y luminosidad, más bien referentes a las consecuencias pascuales intra-trinitarias, Jesús hace tomar conciencia a sus oyentes de las consecuencias terrenas o visibles de su partida al Padre: “Hijos míos, ya no estaré mucho tiempo con ustedes. Ustedes me buscarán, pero yo les digo ahora lo mismo que dije a los judíos: «A donde yo voy, ustedes no pueden venir»”.

    La expresión afectuosa, literalmente en griego es el diminutivo “hijitos” míos resulta especialmente apropiada en el contexto de la Última Cena entendida como una comida pascual, pues los pequeños grupos que se reunían para la cena se comportaban como si formaran familias, y uno de cada grupo debía actuar como un padre que explica a sus hijos el significado de cuanto estaba ocurriendo.

    Los discípulos no lo seguirán de forma inmediata por este camino que conduce a la gloria, pero lo harán más tarde. Se lo dijo explícitamente a Pedro: “Adonde yo voy, tú no puedes seguirme ahora, pero más adelante me seguirás”. Estamos ante el final de la comunión terrena de Jesús con su comunidad y el comienzo de un nuevo tipo de relación entre el Maestro y sus discípulos. El amor fraterno, como lo dirá a continuación, es la manera concreta como Jesús continuará en medio de su comunidad y, al mismo tiempo, el distintivo con el que los discípulos serán identificados en cuanto tales.

    “Les doy un mandamiento nuevo: amaos los unos a los otros. Así como yo los he amado, amaos también vosotros los unos a los otros. En esto todos reconocerán que sois mis discípulos: en el amor que os tengáis los unos a los otros”.

    Jesús “da” el mandamiento a sus Discípulos, como quien dona algo muy preciado. No se trata de una orden sino de un compartir aquello que en su vida fue medular: amar. Por definición, el amor no puede ser una orden ni una imposición. El amor es siempre donación libre y gratuita y, por lo tanto, debe ser una elección que, como todos hemos experimentado, sólo así reporta gozo verdadero. Habría que recibirlo de este modo.

    En el Evangelio de Juan, el término “mandamiento” aparece ocho veces en boca de Jesús: cuatro referidas al mandamiento que Él recibió del Padre (10,18; 12,49-50; 15,10) y otras cuatro al mandamiento que Él da a los Discípulos (14,15.21; 15,10.12). La síntesis la encontramos en 15,10-14: “Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto. Este es mi mandamiento: ámense los unos a los otros, como yo los he amado. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando”. Si Él ha dado la vida por todos, también los seguidores de Jesús deben dar la vida por los hermanos (cfr. 1Jn 3,16). Esto significa que pone en los creyentes el amor que Él recibe del Padre: “Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes” (15,9) y los capacita para que amen de la misma forma que Él ama.
  • Reflexión
  • Las palabras de san Agustín al comentar el trozo del Cuarto Evangelio que estamos leyendo: “El Señor Jesús afirma que le da un nuevo mandamiento a sus discípulos, esto es, que se amen mutuamente…. ¿Pero no existía ya este mandamiento en la antigua ley del Señor que prescribe: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’ (Levítico 19,18)? ¿Por qué razón el Señor llama nuevo a un mandamiento que parece ser tan antiguo? ¿Será que es nuevo porque nos despoja del hombre viejo para revestirnos del nuevo? Sin duda. Hace nuevo a quien lo escucha o, mejor, a quien le obedece. Pero el amor que regenera no es el meramente humano, sino aquel que el Señor caracteriza y cualifica con las palabras: ‘Como yo os amé’ (Juan 13,34). Este es el amor que nos renueva, para que nos hagamos hombres nuevos, herederos de la nueva alianza, cantores de un cántico nuevo”.
    Sin embargo, esta no es la única novedad. El comienzo de estas palabras son las mismas referidas en las Cartas de Juan (1Jn 2,7-9; 3,23-24; 4,21; 5,2-3; 2Jn 5), pero el reconocimiento del discipulado por el amor fraterno, también es típico de este trozo. Discipulado y amor fraterno se funden en un mismo aspecto. El amor del Padre y del Hijo en la Cruz capacitan al verdadero discípulo –aquél que ha adherido vitalmente su existencia a la de Jesús- para continuar en el mundo la fuerza del amor extremo del Crucificado-Resucitado. Jesús no se ha limitado a mandar que nos amemos sino que nos ofrece ante todo la experiencia de su propio amor, donándolo a nuestros corazones, creando así entre Él, nosotros y los que nos rodean, un nuevo espacio vital y una nueva dinámica relacional.
    No hay otra forma de entrar en una relación filial con el Padre sino a través de un abandono total y de una confianza absoluta. ¿Cuál es tu relación con el Padre? ¿Cómo puedes glorificarlo cada vez mejor?
    El “mandamiento nuevo” consiste en amar a la medida de Cristo. ¿Cómo me amó y me ama Jesús? ¿Amamos a nuestros hermanos como Cristo me ama? ¿En qué nos parecemos y qué nos falta para amar como Jesús?
    “En esto todos reconocerán que sois mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros” ¿Qué características debe tener nuestro amor para que sea un verdadero signo de que somos discípulos de Jesús? ¿Qué podemos hacer durante estos días para amar más y mejor a quienes nos rodean?
    Oración
    Agradezcamos al Señor la capacidad que ha puesto en nosotros para amarlo; alabémoslo por la capacidad de poder amar a nuestros hermanos con su amor. Recordemos nombres concretos de personas que nos aman y tengamos presente a las personas que amamos y a las que debiéramos amar más.

    Pidamos al Señor que nos perdone aquellas ocasiones en que hemos creído que se puede permanecer en el amor a Dios sin amar a las personas; pero que también nos perdone cuando no hemos dado testimonio de amor fraterno o hemos escandalizado a algún pequeño por nuestro poco amor.

    Hacemos un momento de silencio y reflexión para responder al Señor. 
    Hoy damos gracias por su resurrección y porque nos llena de alegría. Añadimos nuestras intenciones de oración.
                                         Amén.
    Interiorizamos La Palabra de Dios: Repetimos varias veces esta frase del Evangelio para que vaya entrando a nuestro corazón:
    «Amaos también los unos a otros»
    (Versículo 34)

    Y así, vamos pidiéndole al Señor ser testigos de la resurrección para que otros crean.
  • Me comprometo
  • En este tiempo Pascual, el Señor nos recuerda que estamos en el tiempo de la Iglesia que es el tiempo del amor, es decir, el tiempo de encontrar al Resucitado presente en los hermanos. En esta semana podríamos planear un gesto concreto de caridad hacia alguien cercano que lo necesite (por ejemplo: visitar a un enfermo o a un privado de la libertad, donar mercadería a alguna persona carenciada, ayudar a un orfanato u hogar de ancianos, etc.) y llevarlo a cabo.
2. Aprende y colorea:
3. Ve el vídeo "Renovados"  Después coméntalo con tus padres y catequistas:
4.
Realiza el Puzzle:
Cantamos "El mandamiento del amor"
¡EN EL AMOR QUE OS TENÉIS
CONOCERÁN QUE SOIS 
MIS DICÍPULOS!

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario