OBJETIVOS:
El Credo que la iglesia profesa se abre con la profesión de fe en Dios y se cierra con la proclamación de de la esperanza: "creo en la resurrección de la carne y la vida eterna". Dios nos ha creado para conocerlo y amarlo, para hacer el bien según su voluntad y para ir un día al cielo. Para que podamos entrar en comunión de vida y amor con Él, nos ha enviado a su Hijo que nos ha liberado del pecado, nos ha salvado de todo mal y nos conduce a la vida eterna.
Por la FE y el BAUTISMO estamos unidos al Señor, muerto y resucitado, y esperamos seguir unidos a Él después de la muerte, en la RESURRECCIÓN. Así la muerte no tiene la última palabra sobre nuestra vida. El que vive en Cristo no muere para siempre, sino para resucitar a una vida nueva y eterna, que ya ha iniciado Jesucristo con su Muerte y Resurrección.
Creemos que hay una patria futura para todos nosotros, la Casa del Padre, a la que llamamos cielo y de la que nos habla la Sagrada Escritura con parábolas y símbolos como la fiesta de las bodas, la luz y la vida. Esto sobrepasa la posibilidad de nuestro entendimiento; pero por la FE, creemos que al final de los tiempos seremos transformados a imagen de Cristo resucitado y nuestro cuerpo será semejante al suyo, con su gloria y perfección. La muerte y el dolor desaparecerán para siempre y gozaremos de la vida eterna.
La Biblia anuncia este gran acontecimiento en el que surgirán los cielos nuevos y la tierra nueva y que se llevará a cabo con con la vuelta gloriosa de Jesucristo como Juez de vivos y muertos. Él hará triunfar de forma definitiva la verdad y la justicia, y recompensará todo el bien que hayamos hecho. A este gran acontecimiento salvador lo denominamos Juicio final. El universo entero participará también de la gloria de Cristo resucitado y será liberado de la esclavitud de la corrupción. Y así el Reino de Dios, anunciado y realizado por Jesucristo, llegará a su plenitud. Entonces Cristo reinará totalmente y Dios será todo en todos.
Cuando el hombre se acerca al fin, se descubren sus obras (Eclo11, 27). En espera del final de los tiempos, el alma de cada persona que muere se encuentra con Dios. A este encuentro la Iglesia lo llama Juicio particular. En él cada uno recibe de Dios el premio o el castigo en relación con su fe y sus obras. Para unos será disfrutar inmediatamente de la gloria de Dios; para otros será entrar en la Comunión plena con Dios tras ser purificados; y, para otros, los que lo hayan rechazado libre y voluntariamente hasta la muerte, será vivir lejos de Dios para siempre.
¿QUÉ ES LA COMUNIÓN DE LOS SANTOS?
"Creo en la Comunión de los Santos", decimos en el credo, antes de afirmar nuestra esperanza en la resurrección de la carne y la vida eterna. Nos referimos ante todo, a la participación de todos los miembros de la Iglesia en las cosas santas: la fe, los sacramentos, en particular en la Eucaristía, los carismas y otros dones espirituales.
Designa también la comunión entre las personas santas, es decir, entre quienes por la gracia están unidos a Cristo muerto y resucitado. Unos viven aún peregrinos en este mundo; otros, ya difuntos, se purifican, ayudados también por nuestras plegarias; otros, finalmente, gozan ya de la gloria de Dios e interceden por nosotros. Todos juntos formamos en Cristo una sola familia, la Iglesia, para alabanza y gloria de la Trinidad.
JESÚS ASUMIÓ LA MUERTE POR FIDELIDAD A DIOS Y POR AMOR A LA HUMANIDAD
Con la muerte termina la vida terrena de cada uno de nosotros en un día y en un momento que ignoramos. Este hecho nos plantea muchas preguntas. Pensar que tras la muerte no hay nada, que es el fin de la existencia, puede provocar mucha inquietud e incluso desesperación. Quizá por eso en nuestra sociedad se tiende a ocultar.
La fe nos ofrece una indispensable ayuda para afrontar con verdad y esperanza nuestro destino mortal, pues ilumina la realidad de nuestra muerte mostrándola como un paso hacia la vida eterna prometida por Dios a los que creen en Él.
Jesús no soportó la muerte en cruz como un destino fatal, al contrario, la asumió libremente, por fidelidad a Dios y amor a la humanidad. Gracias a El, la muerte se ha convertido en fuente de bendición y puerta de vida plena en Dios. Él mismo viene a encontrarse con nosotros y nos guía hacia la vida eterna.
A la luz de la Muerte y la Resurrección de Cristo, los creyentes descubrimos el sentido de la vida. Venimos de Dios y Él nos espera en el cielo. Caminamos en esta tierra hacia la vida plena de Dios; esto exige que apostemos por ella en cada momento, pues de cómo vivamos depende alcanzar la eterna bienaventuranza.
CIELO, INFIERNO, PURGATORIO
La Sagrada Escritura presenta la vida eterna que Dios nos promete como un banquete espléndido en manjares, una fuente de agua viva, el rebaño mejor apacentado...
El Cielo es el estado de felicidad de la que gozan los hombres y mujeres que están con Dios para siempre. Todos aquellos que mueren engracia de Dios y no tienen necesidad de posterior purificación, son reunidos en torno a Jesús, a María, a los ángeles ya los santos, formando así la Iglesia del cielo, donde ven a Dios cara a cara, viven en Comunión de Amor con La Santísima Trinidad e interceden por nosotros.
El Infierno es el estado de condenación de quienes después de la muerte están separados de Dios para siempre.
El Purgatorio es el estado de purificación de los que han muerto en paz con Dios, pero que tienen que ser purificados de las manchas de sus pecados antes de participar en la felicidad del cielo.
Lo Vemos en el siguiente vídeo:
NO ESPERAMOS EL CIELO CON LOS BRAZOS CRUZADOS
Pensar en el cielo, en la otra vida, no debe hacernos descuidar las tareas que debemos realizar en esta; al contrario nos impulsa a colaborar para que en este mundo haya más amor, más generosidad, y más justicia, según el plan de Dios.
La venida de Cristo debemos prepararla trabajando por un mundo conforme a los proyectos de Dios. El mensaje del juicio de Jesucristo nos llama a la decisión y al compromiso, aquí y ahora.
Sed buenos, comprensivos, perdonándoos unos a otros como Dios os perdonó en Cristo. Sed imitadores de Dios, como hijos queridos, y vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó por nosotros a Dios.(Ef 4, 32-5, 2).
Cantamos "Como pan pequeño"
Dios ofrece incesantemente a la persona antes de su muerte ocasión y tiempo de penitencia y de conversión. La enseñanza de la Iglesia sobre el cielo y el infierno, sobre la salvación y la condenación, nos descubre la seriedad de la vida y la grandeza de nuestra libertad. Tenemos en nuestras manos elegir entre la vida y la muerte, escoger entrar en Comunión con el Dios que nos espera o rechazarle para siempre.
ORAR POR LOS DIFUNTOS
Los santos del cielo, unidos a Cristo, que siempre intercede al Padre por nosotros, nos ayudan en las necesidades de quienes peregrinamos en este mundo.
Y nosotros oramos a Dios Por aquellos hermanos que, después de la muerte, son purificados para gozar definitivamente de Dios. La Iglesia que, como madre, ha llevado sacramentalmente en su seno al cristianismo durante su peregrinación terrena, lo acompaña al término de su caminar para entregarlo en las manos del Padre, especialmente cuando celebra por él la Eucaristía.
Cada día la Iglesia ora y celebra la Eucaristía por todos los cristianos que murieron con la esperanza de la resurrección y también por todos los hombres que murieron en la misericordia de Dios:
Acuérdate también de los que murieron en la paz de Cristo y de todos los difuntos, cuya fe solo Tú conociste (Plegaria eucarística IV).
¿Qué quiere decir "Creo en la Vida Eterna"?
"Creo en la Vida Eterna" quiere decir que creemos que, después de esta vida, Dios Padre nos dará una vida que durará para siempre.
ACTIVIDADES:
1. Comenta con tus padres y catequistas:
- La Comunión de los Santos ¿Qué es la Comunión de los Santos?
- El cielo ¿Quiénes van al cielo? ¿Cómo es el cielo?
- El purgatorio ¿Qué es el purgatorio? ¿Es para siempre?
- El infierno ¿Existe el infierno?
- El Juicio Final ¿Cuándo será el juicio final? ¿En qué consistirá?
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