OBJETIVOS:
1. Comprender qué es el pecado original, sus causas y consecuencias.
2. Reconocer en cada uno la inclinación a prescindir de Dios y sus Mandamientos.
3. Descubrir la promesa de salvación de Dios.
4. Orar para superar las tentaciones que nos inclinan al pecado.
Cuando aparece por primera vez el pecado del hombre y de la mujer, se hace presente y resplandece de un modo sublime la bondad y el amor de Dios: no deja al ser humano abandonado a su suerte, sino que le rehabilita, le salva de su caída y le eleva por encima de su naturaleza hasta hacerle partícipe de la misma vida divina.
El libro del Génesis nos narra de manera sencilla, con imágenes y lenguaje poético la vida feliz que Dios había destinado para el hombre, su amigo: Dios plantó un jardín en Edén, hacia Oriente, y colocó en él al hombre que había modelado. El Señor hizo brotar del suelo toda clase de árboles hermosos para la vista y buenos para comer; además, el árbol de la vida en mitad del jardín, y el árbol del conocimiento del bien y del mal. El Señor Dios dio este mandato al hombre: "Puedes comer de todos los árboles del jardín, pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás, porque el día en que comas de él, tendrás que morir" (Gén 2, 8-9.16-17).
Pero el hombre y la mujer, su compañera, no obedecieron, rompiendo así la amistad con Dios: La serpiente era más astuta que las demás bestias del campo que el Señor había hecho. Y dijo a la mujer: "¿Con que Dios os ha dicho que no comáis de ningún árbol del jardín?". La mujer contestó a la serpiente: "Podemos comer los frutos de los árboles del jardín; pero del fruto del árbol que está en mitad del jardín no ha Dicho Dios: "No comáis de él ni lo toquéis, de lo contrario moriréis". La serpiente replicó a la mujer: "No, no moriréis; es que Dios sabe que el día en que comáis de él, se os abrirán los ojos, y seréis como Dios en el conocimiento del bien y del mal". Entonces la mujer se dio cuenta de que el árbol era bueno de comer, atrayente a los ojos y deseable para lograr la inteligencia; así que tomó de su fruto y comió. Luego se lo dio a su marido, que también comió. Se les abrieron los ojos a los dos y descubrieron que estaban desnudos; y entrelazaron hojas de higuera y se las ciñeron. Cuando oyeron la voz del Señor Dios que se paseaba por el jardín a la hora de la brisa, Adán y su mujer se escondieron de la vista del Señor Dios (Gén 1, 1-8).
El hombre desobedeció a Dios. Tentado por la serpiente, sospechaba que Dios le quitaba algo de su vida, que Dios era un competidor que limitaba su libertad, y que solo podría ser feliz si le apartaba de su lado.
Adán y Eva perdieron inmediatamente, para sí y para toda la humanidad, la gracia de la santidad y de la justicia originales. Este es el pecado original en el que todos los hombres nacen. La naturaleza humana no está totalmente corrompida, pero sí se halla herida, sometida a la ignorancia, al sufrimiento, al poder de la muerte e inclinada al pecado.
¿QUIÉNES SON ADÁN Y EVA?
Adán y Eva son los nombres con los que el Libro del Génesis se refiere al primer hombre y a la primera mujer. «Adán» es un nombre hebreo que significa «hombre». Él llama a su mujer «Eva», «viviente», por ser la madre de todos los que viven (Gén 3, 20). Como hijos de Adán y Eva son nombrados Caín, Abel y Set.
En la Biblia, ambos, Adán y Eva, representan a toda la humanidad tal como Dios la quiso, feliz y en armonía con su Creador y con los demás, hasta que rompen su amistad con Dios al desobedecerlo.
DIOS TIENDE LA MANO A LA HUMANIDAD
Aunque el hombre continuó siendo capaz de hacer el bien, quedó como herido a causa de su separación de Dios. La semilla del pecado original le dejaba bajo la influencia del espíritu del mal. Pero Dios tuvo misericordia e hizo a la humanidad la promesa del Salvador, que es Jesucristo, el Hijo de Dios.
A imagen tuya creaste al hombre...
y cuando por desobediencia perdió
tu amistad,
no lo abandonaste al poder de la muerte,
sino que, compadecido,
tendiste la mano a todos,
para que te encuentre el que te busca
(Plegaria Eucarística IV)
San Pablo llama a Jesucristo «nuevo Adán». Adán era hombre y quiso ser como Dios. Desobedeció. No aceptó ser criatura.
Jesús era igual a Dios y tomó la condición de esclavo. Gracias a su obediencia hasta la muerte en la cruz, Cristo reparó con sobreabundancia la desobediencia de nuestros primeros padres y redimió a la humanidad.
Lo mismo que por un hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así la muerte se propagó a todos los hombres. La gracia de Dios y el don otorgado en virtud de un hombre, Jesucristo, se han desbordado sobre todos (Rom 5, 12.15).
EN TU CORAZÓN EXISTE EL BIEN Y EL MAL
Adán, tentado por el diablo, dejó morir en su corazón la confianza hacia su Creador y, haciendo mal uso de su libertad, quebrantó el mandamiento de Dios.
En ello consistió el primer pecado, el pecado original. En adelante, todo pecado será una desobediencia a Dios y una falta de confianza en su bondad.
En el pecado original Adán se eligió a sí mismo en lugar de elegir a Dios y, por ello, le despreció: hizo una elección contra su propio bien, que es Dios mismo.
En el corazón de cada persona existe aún esta lucha entre el bien, que es amar y obedecer a Dios, y el mal, que es no hacerle caso, prescindir de su amor y sus Mandamientos.
NO NOS DEJES CAER EN LA TENTACIÓN Y LÍBRANOS DEL MAL
Así decimos cuando rezamos el padrenuestro, la oración que Cristo nos enseñó. Al orar de esa manera, pedimos que Dios nos libre de todos los males que abruman a la humanidad e imploramos el don precioso de la paz y la gracia de la espera perseverante del retorno de Cristo.
Líbranos de todos los males, Señor,
y concédenos la paz en nuestros días,
para que, ayudados por tu misericordia,
vivamos siempre libres de pecado
y protegidos de toda perturbación,
mientras esperamos la gloriosa venida
de nuestro Salvador Jesucristo
(Rito de la comunión)
Como cada día estamos en peligro de caer en el pecado y decir no a Dios, le suplicamos que no nos deje indefensos ante el poder de la tentación. Este combate y esta victoria solo son posibles con la oración. El Padre nos da la fuerza para dejarnos conducir por el espíritu.
¿POR QUÉ DIOS PERMITE EL MAL?
Sabemos a ciencia cierta que Dios es bueno y que no puede crear nada malo. Sin embargo, en nuestro mundo el mal existe; es un misterio oscuro y doloroso. Ante el mal surge la pregunta: «¿cómo se puede creer en un Dios bueno, habiendo tanto mal en el mundo?». Pero, ¿no sería preferible preguntarse cómo podría vivir en este mundo una persona dotada de corazón e inteligencia si Dios no existiera? Dios ilumina el misterio del mal en su Hijo Jesucristo, que ha muerto y resucitado para vencer el gran mal moral, que es el pecado de los hombres. El mal no tiene la última palabra. Dios hace surgir de los peores males un bien mayor.
Fuente: CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA: Testigos
del Señor.
Editorial EDICE, 2ª edición. Madrid, 2015.
Entre los siglos IV y V, San Agustín dice:
Dios no permitiría jamás
que en sus obras
existiera el mal,
si él no fuera suficientemente
poderoso y bueno
para hacer surgir un bien del mismo mal.
¿Qué es el pecado original?
Cantamos: Hoy perdóname
ACTIVIDADES:
Comenta con tus padres y catequistas después de reflexionar sobre las siguientes preguntas:
1. Siendo la desobediencia el origen del pecado original, ¿ves en tu vida cotidiana algún rastro de esa actitud de rebeldía hacia Dios?
2. Ante una tentación, ¿Qué estrategia utilizas para protegerte de ella?
3. ¿Consideras que la oración tiene algún efecto sobre el mal?4. ¿Qué oración es la que más frecuentemente utilizas?
GRACIAS SEÑOR
PORQUE NOS AMAS
Y NOS PERDONAS SIEMPRE