sábado, 7 de junio de 2025

PENTECOSTÉS 2025. VIII DOMINGO PASCUA -C

Lecturas de misa AQUÍ

Os dejamos el Evangelio según San Juan 20, 19-23:
Cuándo se celebra:
Se celebra el domingo 50 días después de la Pascua (es decir, siete semanas).
Marca el final del tiempo pascual.
Significado teológico para los católicos:
Venida del Espíritu Santo:
Según Hechos 2, el Espíritu Santo descendió sobre los apóstoles reunidos en Jerusalén en forma de lenguas de fuego. Este evento les dio valentía para predicar el Evangelio a todas las naciones.
Nacimiento de la Iglesia:
Se considera el inicio de la misión evangelizadora de la Iglesia.
Es el momento en que los discípulos salen al mundo a anunciar el mensaje de Cristo, llenos del poder del Espíritu Santo.
Cumplimiento de la promesa de Jesús:
Jesús prometió enviar al Consolador o Abogado (el Espíritu Santo) tras su Ascensión al cielo (ver Juan 14:16-17).
Símbolos de Pentecostés:
Fuego: Representa el ardor del Espíritu.
Viento: Simboliza el aliento de Dios (como en Génesis 2:7).
Paloma: Imagen tradicional del Espíritu Santo.
Color litúrgico: rojo, que simboliza el fuego, el amor divino y el martirio.

Liturgia en Pentecostés:

Misa solemne con lecturas especiales:
Primera lectura: Hechos 2:1–11 (descenso del Espíritu Santo).
Salmo: “Envía, Señor, tu Espíritu, y renueva la faz de la tierra.”
Evangelio: Usualmente de Juan, sobre la promesa o el don del Espíritu.
Se reza o canta la secuenciaVen, Espíritu Divino” (Veni Sancte Spiritus), una bella oración de invocación al Espíritu Santo.

Cantamos la secuencia de Pentecostés:
Muchas parroquias hacen confirmaciones en esta fecha, por la conexión con el don del Espíritu.
O Juan 20, 19-23:
MEDITAMOS:
Jesús les dice a los discípulos: “Recibid el Espíritu Santo”.
La Iglesia nació el día de Pentecostés y ese día se acabó el miedo que tenían los apóstoles y con valentía comenzaron a predicar cuanto Jesús les había enseñado. A través de más de dos mil años, los discípulos de Jesús que han recibido al Espíritu Santo han sido valientes, han predicado el mensaje de salvación y han dado testimonio de Jesús, aún con su propia vida, como los apóstoles. Reunidos en oración con la Virgen María, los discípulos se prepararon a recibir la promesa del Padre. Para recibir al Espíritu Santo, nosotros tenemos que estar dispuestos, es decir: con el corazón limpio, con fe y buenas relaciones con los demás. 
PARA LA VIDA
EL ESPÍRITU SANTO ES VIDA EN NOSOTROS
No podemos caer en alguna trampa al pensar que sólo con manifestaciones externas de piedad ya tenemos al Espíritu Santo en nuestras manos. El Espíritu Santo sabe lo que necesitamos y nos inspira a pedir que seamos sanados cuando la sensualidad, el odio y la venganza nos dominan; nos inspira a pedir la fortaleza cuando somos débiles, nos inspira a pedir la fe cuando no creemos y nos apartamos de Dios. Jesús dice que el Espíritu es como el viento que pasa, y nosotros no lo podemos atrapar y pasa cuando quiere. ¿Qué tenemos que hacer, entonces? Tener nuestra llamita de amor a Jesús siempre encendida, decirle a Jesús cada día: “me pongo en tus manos, en Ti confío”.
ORACIÓN:
Querido amigo Jesús,
yo te quiero mucho.
Quiero hacer 
lo que tú me enseñas.
Espíritu Santo
ayúdame a ser bueno,
a recordar lo que Jesús dijo,
y a amar como Él nos enseñó. Amén.
ACTIVIDADES:
1. Lee o ve de nuevo el Evangelio. Después comenta con tus padres y catequistas las siguientes cuestiones:
  • Contesta
  • - ¿Por qué se llenaron de alegría los discípulos?
    - ¿Qué nos desea Jesús?
    - ¿A quién les dijo Jesús a los discípulos que recibieran?- ¿Qué sintieron los discípulos al verlo?
    - ¿Cuál es la frase que vuelve a repetir en el texto?
    - ¿A que los manda a hacer a sus discípulos?
    - ¿Con qué gesto el Señor infundió el Espíritu Santo?
    - ¿A quienes se les perdonarán los pecados?, ¿Y a quienes se les retendrán?
  • El texto: La palabra Pentecostés tiene su origen en el griego, que significa el “quincuagésimo día”. Estos cincuenta días, son los que pasaron desde el Domingo de Pascua a este Domingo de Pentecostés.

    Muchas de las festividades cristianas que marcan el año litúrgico tienen una correlación a las antiguas fiestas judías, muchas de ellas hoy se siguen conmemorando. En este caso, está relacionada a la fiesta judía Shavuot o Fiesta de las semanas, en la que se recordaba los cincuenta días de la aparición de Dios en el Sinaí, en la que entrego la Ley a Moisés. A la vez esta fiesta tenía una fuerte impronta agrícola, se trataba de un día de acción de gracias por la recolección de los frutos de la tierra, por la época del año se trataba de las primeras cosechas, es por eso que también recibe el nombre de Fiesta de las Primicias.
    El Tiempo de Pascua nos adentró en el misterio de la Resurrección del Señor, y nos enfocó en la centralidad del plan de Salvación: Cristo muerto y resucitado para la Salvación del mundo. Esta es nuestra alegría y nuestro gozo, sabernos invitados a salvarnos, teniendo en Cristo el camino perfecto de imitación. Un tiempo litúrgico culmina, pero no ocurre lo mismo con nuestro compromiso adquirido en la noche de la Vigilia Pascual y durante este tiempo especial, en el que renacimos y nos configuramos verdaderos discípulos de Cristo. Con Pentecostés vemos confirmada la presencia del Señor en su Pueblo de una forma muy particular.
    El Evangelio que nos propone la liturgia para este domingo es del evangelista San Juan en su capitulo veinte, donde encontramos el relato de la venida del Espíritu Santo. También podemos encontrar grandes aportes y detalles más precisos en la primera lectura de hoy, de los Hechos de los Apóstoles.

    Nos dice la palabra que se trataba del primer día de la semana; el domingo, y ocurre en el lugar donde solían encontrarse los discípulos de Jesús. Esta casa era llamada el “Cenáculo”, ubicada en la ciudad de Jerusalén, allí también se llevó a cabo la última cena de Jesús con sus apóstoles. Luego de la muerte de Jesús esta casa paso a ser el lugar de encuentro y oración de los discípulos, y tambien un lugar de protección ante los judíos y autoridades del pueblo, es por ello que se encontraba con las puertas cerradas.

    Al llegar Jesús, los saludó diciendo “La Paz este con ustedes”. El Resucitado viene a sus discípulos a darles nueva vida, es la gracia de la Paz que comunica una inmensa alegría; la del encuentro de Dios y el hombre. Jesús al llegar al cenáculo, lleva lo que faltaba en ese momento la Paz, y lo hace con su presencia.
    La Paz de Cristo no es como la paz del mundo, confundida por el quietismo o falta de movimiento, la Paz de Cristo es viva y dinámica, con una fuerza capaz de llevar a plenitud al mismo hombre, de hacerlo mover, y salir de sí mismo para ir a comunicar lo bueno y bello que hay en el encuentro con Dios. La Paz de Cristo da nueva vida, y pone al hombre en camino.
    Jesús mostró sus manos y su costado, y los discípulos se llenaron de alegría. Los signos del resucitado son visibles, en sus manos y en su pecho aún están las marcas de los dolores de su crucifixión. La alegría de los discípulos es la de saber presente al Señor en medio de ellos, es la alegría de confirmar las palabras y la resurrección del Señor. Y Jesús vuelve a repetir el saludo de la Paz, la reiteración en este sentido pone énfasis en la alegría y la Paz que debían tener los discípulos a partir de ese momento.
    Y luego añadió “Como el Padre me envió, así os envío yo”, y diciendo esto sopló sobre ellos. La presencia y el encuentro del Señor con sus discípulos confirma el mandato misionero, este es el momento de salir, las puertas del cenáculo debe abrirse para ir a anunciar la Buena Noticia; Jesús muerto y resucitado nos llama e introduce en una nueva vida.
    El soplo de Jesús simboliza al Espíritu Santo, principio de la nueva creación sobrenatural. El soplo comunica la vitalidad, la alegría, el amor y la plenitud del resucitado. Jesús comunica y trasporta la esencia de la comunión divina a sus discípulos, a través de los carismas, dones y frutos que nacen del Espíritu Santo. Para los discípulos en ese momento recibir el Espíritu, significo fuerzas para cumplir con el envío misionero de Jesús.
    Repasando la lectura, Jesús se presenta como el mensajero de la Paz, llamando a sus discípulos a salir a anunciarlo, e infundiendo el Espíritu Santo sobre cada uno de ellos. Pero aquí no termina todo sino que esta efusión del Espíritu Santo exige el perdón de los pecados, está en los discípulos la capacidad de perdonar y reconciliarse. Esta es la invitación del Señor: perdonar para ser perdonado.
  • Reflexión: Vamos a profundizar en el texto
  • Meditando sobre este momento particular en que estoy viviendo, ¿cómo están las puertas de mi corazón? ¿cerradas al igual que las del Cenáculo? ¿Qué me lleva a cerrar estas puertas?, ¿es por seguridad o para no sentirme molestado por otro? ¿Mis puertas están cerradas para hablar de Dios a los demás?
    ¿Qué cosas me dan o transmiten Paz? ¿Entiendo que es Cristo nuestra verdadera Paz? ¿La Paz que experimento en los sacramentos y en la oración, la pierdo con facilidad? ¿Qué hacer?
    El encuentro con Jesús nos llena de alegría ¿Soy motivo de alegría para los demás? ¿En mi familia? ¿Y en mi comunidad?

    ¿El Señor de la Paz me envía para anunciarlo, como y con que animo lo hago? ¿Comprendo que también yo como discípulo del Señor soy constructor de la Paz? ¿A qué me compromete esto?
    Como bautizados también hemos recibido el Espíritu Santo. ¿Qué significa para mí esta presencia tan particular de Dios en mí vida? ¿Entiendo que soy templo del Espíritu Santo? ¿Le pido que me guíe y asista en cada momento para hacer su voluntad?
    ¿En que dones pediría hoy al Señor que me fortalezca?
  • Oración
  • Espíritu Santo
    Tú eres la fuerza
    que me anima cuando estoy triste,
    la luz que me guía
    cuando tengo dudas.

    Espíritu de Dios,
    llena mi corazón de alegría,
    enséñame a rezar con verdad,
    a hablar con amor,
    a perdonar sin rencor.

    Hoy quiero decirte: sí, Espíritu Santo.
    Ven a mi vida,
    quédate conmigo,
    guíame siempre
    por el camino de Jesús. Amén. 


    Hacemos un momento de silencio y reflexión para responder al Señor.
    Añadimos nuestras intenciones de oración. Amén.
  • Interiorizo La Palabra de Dios
  • Repetimos varias veces este versículo del Evangelio para que vaya entrando a nuestra vida, a nuestro corazón.

    «Recibid el Espíritu Santo»
    (Versículos 22)


    Y así, vamos pidiéndole al Señor ser testigos de la resurrección para que otros crean.
  • Me comprometo
  • De forma personal o individual, vuelvo a leer detenidamente las lecturas. Hoy el Señor me invita a ser un constructor de la Paz, y a perdonar para ser perdonado. La Paz y la Reconciliación van de mano, la primera suele ser el resultado de la segunda. Por lo tanto si hay alguna persona con la cual reconciliarme, es el momento de acércame a ella, para perdonar o ser perdonado.
    En grupo, nos comprometemos a ser comunidad como en el cenáculo, imitando el primer Pentecostés. Inundados del Espíritu Santo, y de la Paz de Cristo resucitado cumpliendo su mandato misionero. Pensamos en algún centro de salud también de enfermos o ancianos para visitar en la semana, y llevar “algo” que represente y comunique a ellos también la llegada del Espíritu Santo.
2. Aprende y colorea:
3. Ve el vídeo "Esa chispa" Después coméntalo con tus padres y catequistas:
4. Realiza el puzzle:
Cantamos "Ven Espíritu Santo"
¡ESPÍRITU SANTO, 
VEN A MI Y GUIAME 
POR EL CAMINO DE JESÚS!

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