PRIMERA LECTURA: “A los extranjeros los traeré a mi monte santo” (Isaías 56, 1.6-7) SALMO: “Oh, Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben” (Salmo 66). SEGUNDA LECTURA: "Los dones y la llamada de Dios son irrevocables para Israel” (Romanos 11, 13-15.29-32). EVANGELIO: “Mujer, qué grande es tu fe” (Mateo 15, 21-28). AQUÍ.
Os dejamos a continuación el Evangelio:MEDITAMOS:
La mujer cananea es del tipo de personas vistas por los "creyentes" como alejadas de la religión y pecadoras, son las más dispuestas a acoger el mensaje de la salvación y, por su fe en la bondad de Dios, a recibir de él gracias especiales. La mujer no viene buscando algo para ella sino para su hija. Ella conoce que nuestras vidas pueden ser cambiadas, incluso con un poco de súplica al Corazón de Jesús.
PARALA VIDA:
ORACIÓN PERSEVERANTE
Este Evangelio nos enseña la importancia de la perseverancia en la oración y la fe. La mujer cananea no se rindió cuando Jesús la ignoró o cuando sus discípulos intentaron apartarla. En cambio, siguió rogando y confiando en Jesús. Qué poderosa es la plegaria de intercesión. Jesús, Señor de todos, oye nuestras plegarias de intercesión por aquellos que amamos.
Querido Jesús,
gracias por estar siempre
a nuestro lado, acompañarnos y querernos.
Tu siempre orabas incansablemente.
Ayúdanos a orar insistentemente,
para que no nos separemos de Ti,
aunque las cosas no nos salgan bien. Amén.
Cantamos "Sabes una cosa"
ACTIVIDADES:
1. Lee o ve de nuevo el Evangelio. Después comenta con tus padres y catequistas las siguientes cuestiones:
- El evangelio nos cuenta la historia de Jesús con aquella mujer extranjera, cananea. Esta madre se acerca a Jesús, sin duda porque había oído hablar de él, de los milagros que hacía con los enfermos: Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo. Pero Jesús calla, no parece darse por aludido y sus discípulos interceden a favor de aquella madre angustiada. La respuesta de Jesús es decepcionante: «Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel… No está bien echar a los perros el pan de los hijos».
- La mujer responde con humildad pero con gran osadía: Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos. Tienes razón, Señor, pero... Con ese «pero» pone al Señor de su parte. Lo arranca de los hijos, para interesarle por los «perros». No pretende el pan de los hijos, se contenta con lo que sobra, suplica los desperdicios que dan los amos a los perros. Esta mujer sabe que lo que pide no lo puede exigir, pero lo pide porque lo necesita y porque tiene fe en Jesús.
- A veces nosotros, vivimos bajo el signo de la exigencia. Rezamos y exigimos. En la misma familia, en la parroquia… exigimos. Es bueno exigir que se cumplan nuestros derechos, pero ¿tenemos derecho a todo lo que exigimos? ¿Pedimos con humildad o con prepotencia? ¿Pedimos a Dios y a los hermanos, o nos encerramos en nuestra propia impotencia? y es que la mujer no se desalienta. Apresura el paso, se postra ante Jesús y, desde el suelo, repite su petición: «Señor, socórreme». En su grito está resonando el dolor de tantos hombres y mujeres que no pertenecen al grupo de Jesús y sufren una vida indigna. ¿Han de quedar excluidos de su compasión? La mujer confía en que en la mesa de Dios hay para todos.
- MUJER, QUÉ GRANDE ES TU FE. Jesús se rinde frente al arma de que dispone la mujer: la fe. Jesús se deja vencer por la fe. Y manifiesta su asombro y admiración ante la fe de la cananea. Las palabras de Jesús han purificado y fortalecido la fe de aquella mujer. Y la fe hace que la fuerza de Dios actúe en su favor. El amor de Dios a los que sufren no conoce fronteras, ni sabe de creyentes o paganos. Atender a esta mujer no le aleja de la voluntad del Padre sino que le descubre su verdadero alcance.
Fe perseverante - Hoy los cristianos, en una Iglesia sinodal, caminamos juntos y hemos de aprender a convivir con agnósticos, indiferentes o paganos. No son adversarios a apartar de nuestro camino. Si escuchamos su sufrimiento, descubriremos que son seres frágiles y vulnerables que buscan, como nosotros, un poco de luz y de aliento para vivir. La luz de Jesús y su fuerza sanadora son para todos. No nos encerremos en nuestros grupos y comunidades, apartando, excluyendo o condenando a quienes no son de los nuestros. Sólo cumplimos la voluntad del Padre cuando vivimos abiertos a todo ser humano que sufre y gime pidiendo compasión.
- Hoy, como hace 2000 años, la fe crece cuando Dios calla y madura cuando parece que Él sólo no se acuerda de nosotros. Hoy también, la fe hace posible que la misericordia de Dios nos perdone, nos bendiga, nos transforme. Señor, creo, pero aumenta mi fe, sobre todo cuando no te oiga o no te entienda. Ten compasión de mí.
- Podemos aprender de esta mujer a gritarle a Jesús desde nuestra alma, con plegarias de una madre, pedirle la salud, pedirle la fuerza, pedirle que salgamos de la rutina. Confianza, sinceridad, todo lo que necesitamos dentro de nuestro corazón. Todos somos extranjeros y forasteros. Y preguntémonos; ¿tenemos fe como esta mujer? ¿Suplicamos así a Jesús? ¿Tenemos esa fuerza de una madre? ¿Qué sería de nosotros sin Jesús? Gritémosle: «Señor, ¡ten compasión de mí!». Con esta súplica, vamos a ser cananeos, vamos a ser mujer cananea y le vamos a pedir por todo lo que necesitemos.
- ORAMOS A LO LARGO DE LA SEMANA, ¿Cuentas con Jesús ante diversas circunstancias de tu vida para saber decidir lo correcto o lo que es mejor: al inicio de curso, ante las necesidades que van surgiendo todos los días en la familia, los amigos...? Mientras escuchamos a Jesús que nos dice: «¡Mujer, qué grande es tu fe!». Una y otra vez repitamos: «¡Ten compasión de mí, mi hija tiene un demonio muy malo! ¡Ten compasión de mí porque mira lo que tengo, mira cómo estoy! ¡Ten compasión de mí!».... En todas las circunstancias acudamos a Jesús, gritémosle y Él nos dirá: «Mujer, qué grande es tu fe, que se haga conforme a tu fe». Porque si llegamos al corazón de Jesús, Él será misericordioso ante nuestra súplica.
- En tu oración también puedes suplicar a Jesús por las personas necesitadas y alejados como los discípulos... que vienen gritando detrás de Él.
- Busca y acércate a esa persona que has valorado menos por alguna razón (compañero/a o amigo/a).
- Ayuda a alguna persona a acercarse a Jesús en oración y que confíe en Él.
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