JESÚS, MI AMIGO, RESUCITÓ Y VIVE PARA SIEMPRE. ME ACOMPAÑA, ME AMA Y QUIERE QUE SEAMOS COMO ÉL.
▼
sábado, 30 de julio de 2022
Tema 38: TENED LOS MISMOS SENTIMIENTOS DE CRISTO JESÚS
OBJETIVOS:
- Reconocer que ser cristiano implica seguir a Jesús con una vida moral recta.
- Comprender el sentido del texto de las bienaventuranzas.
- Conocer las normas que deben seguir siempre la conciencia.
- Descubrir y memorizar las virtudes teologales: fe, Esperanza y caridad.
El fundamento de la dignidad y del respeto que se le debe a toda persona es que ha sido creada a imagen de Dios. Así mismo, la libertad es un signo precioso de esta imagen de Dios en el hombre. También nuestro deseo de ser felices, de vivir plenamente y para siempre. Dios es el garante de nuestra libertad, de todo lo bueno y auténtico que puede colmar nuestro deseo de felicidad. Él es la felicidad de la humanidad y la salvación del mundo. Dios nos ha dado la libertad para que le busquemos y por amor nos unamos a Él. No se impone, quiere que libremente entremos en relación de vida y amor con Él. El ser humano tiene que elegir entre el camino que lleva a la amistad o al rechazo de Dios. Es responsable de sus decisiones, pero Dios nunca le abandona. ¿Y cómo lo hace? Le habla a través de la conciencia y las normas para vivir.
La conciencia es la capacidad de reconocer la verdad y someterse a ella, que se muestra cuando la buscamos de corazón. La podemos comparar a una pequeña ventana por la que pasa la luz de Dios y que lleva a distinguir el bien del mal, lo justo de lo injusto. La Conciencia recta y veraz se forma con la educación, con la asimilación de la Palabra de Dios y con la enseñanza de la Iglesia. El amor brota de un corazón limpio, de una buena conciencia y de una fe sincera. (1 Tim 1, 5).
Cantamos "Tener los mismos sentimientos y actitudes del Señor"
Dios ha inscrito en el corazón de la persona la inclinación al bien y el rechazo al mal. Es una ley grabada por Dios en la naturaleza del ser humano y que la conciencia reconoce. La historia de la humanidad es testigo de normas y leyes por las que los hombres han buscado proteger o desarrollar la vida humana, como no matar, no engañar...
Dios entregó a Israel por medio de Moisés los 10 Mandamientos o Decálogo y Jesús los interpretó con su autoridad de Mesías y de Hijo de Dios, enseñándonos el doble mandamiento del amor:
AMAR A DIOS SOBRE TODAS LAS COSAS Y AL PRÓJIMO COMO A UNO MISMO.
Esta Ley nueva consiste en seguir a Jesucristo, aceptar que Él mismo es el Evangelio y, por tanto, amar como Él nos amó; este es el Mandamiento nuevo. Es un camino que solo podemos recorrer con la ayuda del Espíritu Santo, que actúa en nuestro interior con su luz y su fuerza.
Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús (Flp 2, 5). Quien responde a esta recomendación de Pablo vive la alegría de la verdadera felicidad, que Jesús proclamó en las bienaventuranzas. Él no quita nada de lo que hay de bueno y hermoso en nosotros, sino que nos hace crecer y nos lleva a la perfección para la gloria de Dios y la vida de los hombres. Con Él aprendemos el arte de vivir y de ser felices.
LA FE, LA ESPERANZA, EL AMOR. LA MÁS GRANDE ES EL AMOR
Ser y vivir como hijos de dios, seguir el camino de Jesús no es posible sin la acción del Espíritu Santo. Él nos transforma y nos da las virtudes que nos vinculan a Dios y nos permiten vivir su Ley con generosidad, alegría y libertad. Son las Virtudes Teologales: fe, esperanza y caridad.
Por la FE creemos en Dios y creemos todo lo que Él nos ha revelado y que la Iglesia nos propone como objeto de fe.
Por la ESPERANZA deseamos y esperamos de Dios, con firme confianza, la vida eterna y las gracias para merecerla.
Por la CARIDAD, amamos a Dios sobre todas las cosas y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor a Dios. Es el vínculo de la unidad perfecta (Col3,14) y es superior a todas las virtudes y la primera de ellas.
LAS BIENAVENTURANZAS, LA AUTÉNTICA VIDA CRISTIANA
Al ver Jesús al gentío, subió al monte, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y abriendo su boca, les enseñaba diciendo:
«Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra.
Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo, que de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros» (Mt 5, 1-12).
Cristo señala a sus discípulos el camino para ser plenamente felices: las Bienaventuranzas. Están en el centro de la predicación del Reino de Dios; recogen y perfeccionan las promesas y la ley divina. Dibujan el rostro mismo de Jesús y trazan la auténtica vida cristiana, desvelando al ser humano el fin último de sus actos: la bienaventuranza eterna, la vida eterna.
SEGUIMOS A CRISTO CON TODO NUESTRO SER
Revestíos de la nueva condición humana creada a imagen de Dios. (Ef 4, 24).
Las pasiones son los sentimientos y emociones que acompañan nuestro obrar; el amor y el odio, el deseo y el temor, la alegría , la tristeza, la cólera..., nos inclinan a actuar o a no actuar, en vista de lo que percibimos como bueno o como malo. La pasión fundamental es el amor. La persona humana siempre ama el bien y aborrece el mal, o lo que considera como tal.
Las virtudes nos permiten no solo realizar actos buenos, sino dar lo mejor de nosotros mismos. La virtud es una disposición interior, estable y positiva, para hacer el bien. Así, la obediencia, la alegría, la sinceridad..., son virtudes que, si las practicamos, nos ayudan a obedecer, a estar alegres, a decir la verdad. El camino hacia Dios, Él mismo con su gracia, nos transforma interiormente, nos hace parecidos a Jesucristo, fortalece las virtudes humanas y, además, nos regala las virtudes teologales: fe, esperanza y caridad. Son fundamento de nuestra personalidad cristiana.
LA ORACIÓN ILUMINA NUESTRA CONCIENCIA
Para escuchar la voz de la conciencia necesitamos hacer silencio y orar. Con la ayuda del Espíritu Santo podemos examinar nuestra conciencia y conocer nuestro corazón, lugares de decisión y de verdad, donde elegimos entre el bien y el mal, entre la vida y la muerte. Con su luz comprendemos mejor algunas reglas que han de guiar nuestro actuar en conciencia:
No está permitido hacer el mal para obtener un bien.
La regla de oro: Todo lo que queráis que haga la gente con vosotros, hacedlo vosotros con ella (Mt 7, 12).
La caridad supone siempre el respeto al prójimo y a su conciencia, aunque esto no significa aceptar como bueno lo que objetivamente es malo.
Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas para que los vean los hombres. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa. Tu en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará (Mt 6, 5-6).
San León Magno, papa y doctor de la Iglesia, presenta las Bienaventuranzas como el camino que nos conduce a ser auténticamente imagen de Dios.
El Creador quiere verse reflejado en su criatura.
Dios quiere ver reproducida su imagen
en el espejo del corazón humano.
¿Cómo seguir a Jesús?
Seguimos a Jesús siguiendo la voluntad de Dios, manifestada en los 10 Mandamientos, tal y como los vivió y nos los enseñó Jesús y nos ha transmitido la Iglesia.
ACTIVIDADES:
1. Para ver cuanto sabes del tema realiza el cuestionario aquí.
2. Aprende y colorea !Las Bienaventuranzas" (Mateo 5, 2-12).
"Jesús comenzó a enseñarles, diciendo:
Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Felices los afligidos, porque serán consolados.
Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia.
Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.
Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia.
Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios.
Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.
Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí.
Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo." (Tomado de la Biblia “El Libro del Pueblo de Dios”).
No hay comentarios:
Publicar un comentario