Evangelio de Lucas 18, 1-8 La oración perseverante Y sin desanimarnos, con paciencia:
Siempre llevamos a la ORACIÓN nuestros problemas y realidades personales y familiares, ya que en Dios encontramos fortaleza y consuelo.
Lo estoy pasando muy mal. Son todos los acontecimientos sociales... la pandemia y sus consecuencias, otras realidades que emergen últimamente de forma rápida como la eutanasia o el aborto, incluso las penosas situaciones que a veces nos rodean que son injustas y coartan mi libertad, como entusiasta de Jesús, incluso en la casa de todos, en la comunidad.
ORAR No hasta que Dios nos escuche, sino hasta que podamos escucharle a Él.
Confiando todo al corazón del
Padre, sin
pretender que
Dios se amolde a nuestras
exigencias, modos o tiempos, esto provoca cansancio o desánimo, porque nos parece que nuestras plegarias no son escuchadas. Si, como Jesús, confiamos todo a la voluntad del Padre, el objeto de nuestra oración pasa a un segundo plano, y se manifiesta lo verdaderamente importante:
nuestra relación con Él.
El Profeta Ezequiel enviado por el Señor a su pueblo y le dice: es un pueblo de dura cerviz, no te van a escuchar, pero no te preocupes, porque lo importante es que sepan que hay un profeta en medio de ellos. Un Profeta no es alguien que anuncia el futuro. No. Un Profeta es alguien que habla la Palabra de Dios; que comunica la Palabra de Dios; que comunica el mensaje y la Palabra de Dios de un modo que permite y ayuda a vivir y a comprender como Dios quiere que vivamos.
Solo el encuentro con Dios en la ORACIÓN me hace confiar llena de esperanza, orando en la vida y desde la vida, ya que en los tiempos tan difíciles que atravesamos, Cristo necesita que seamos cristianos auténticos y verdaderos, que extendamos su mensaje de salvación, amor y perdón. Si lo hacemos en su nombre, Él nos dará el ciento por uno. Nuestra ORACIÓN siempre es escuchada por Dios.
Vamos saliendo de la crisis del COVID -19, preocupados por la "Nueva Normalidad". ¿Nos damos cuenta de tantos acontecimientos que suceden paralelos a esta pandemia? Vivimos un tiempo de más amor y de poder fortalecer nuestra fe. Nos espera el Sagrario de nuestra Parroquia para orar más intensamente ante el Señor y ayunar de tantas cosas que nos pierden. Tenemos necesidad de convertirnos y volver al Señor.
¿CÓMO PODEMOS MEJORAR EN NUESTRA VIDA DE ORACIÓN?
La ORACIÓN es la relación o encuentro personal con el Señor. Es orar a tiempo y a destiempo. Porque hay que anunciar con hechos y palabras que somos creyentes en Cristo. En un mundo lleno de materialismo que nos atrae, andamos lejos de vivir según el Evangelio. Sin Cristo no hay ni nación, ni sociedad, ni familia, que pueda vivir en el amor.
Dios nos quiere libres, vayamos al encuentro de Cristo. Dios tiene sus planes, sus caminos...Dejemos que entre y se haga fuerte en nosotros... y para eso hay que querer dejar a Dios ser el dueño de nuestra vida; Hagamos que sea atractiva a la gente: la belleza de lo razonable de nuestro modo de vivir y nuestra relación de amor y fraternidad en nuestra comunidad. Este sigue siendo el único método verdaderamente cristiano.
ORAR POR LOS VIVOS Y LOS DIFUNTOS
La oración nos lleva a confiar en la misericordia divina, que viene en ayuda de nuestra fragilidad humana por la gracia que Dios nos concede.
Esta obra de misericordia contempla el deber moral de orar tanto por los vivos como por los muertos. Muchas personas vivas agradecerán que las recordemos en nuestra oración. Nuestros antepasados pedían para sus familiares difuntos la paz eterna, la superación de las penas del purgatorio o el acceso a la gloria eterna.
Nuestra fe nos dice que nuestra oración por los que han muerto no es un mero signo de cortesía o de gratitud. Con nuestra oración afirmamos que nuestro amor puede y debe ser más fuerte que la muerte. Creemos y confesamos que nuestro amor nace del Dios amor que a todos nos hermana, a todos espera y a todos acoge.
ORAR POR LA PAZ
Los Cristianos elegimos el bien, siendo constructores de Paz, donde nos encontremos. Oremos por la paz, con el convencimiento como verdaderos cristianos de que la justicia y la paz son dos bienes absolutamente inseparables, producto de los corazones justos y de conciencia de camino en rectitud, pero al mismo tiempo, seamos consecuente en lo que oremos y en lo que hacemos, promoviendo la convivencia pacífica; sabiendo que las actitudes de la buena convivencia y disposición de vivir en armonía y paz, nacen en las conciencias rectas, que es la expresión de un corazón que se ha dispuesto a ser morada de Dios, pero también callamos la vergüenza de estar profundamente heridos por el pecado de la permisividad y la irreverencia, disponiéndonos a actuar débilmente frente al mal, y siempre nos disculpamos con motivos muchas veces insignificantes, para no asumir la responsabilidad que nos cabe en la falta de paz en la sociedad. "No siempre hago el bien que quiero, sino que obro el mal que no quiero", nos dice San Pablo hablando de la condición moral del hombre (Rom 7, 19).
En Dios, la paz tiene su origen, y nosotros contribuimos a ella. La paz es un don Dios, la paz viene de Dios, es allí donde debemos buscarla, y en su morada favorita, en el corazón de los hombres, en ese lugar debe nacer el concierto o buena disposición en todo orden de las cosas entre sí o de las partes que forman un todo en la armonía de la vida en tranquilidad y buena convivencia, construir la paz, requiere una gran dosis de amor por la vida. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios (Mateo 5,9).
ORAR POR LA JUSTICIA -Salmo 35-
y digan siempre: «Exaltado sea el Señor,
quien se deleita en el bienestar de su siervo.»
Con mi lengua proclamaré tu justicia,
y todo el día te alabaré.
OREMOS POR NUESTROS ENEMIGOS
¿Cómo?
Cuando alguien se propone hacernos daño, nuestra reacción natural es protegernos y contraatacar. Si murmuran de nosotros, nosotros murmuraremos de ellos. Si han dicho mentiras sobre nosotros, nosotros mentiremos sobre ellos. Ellos arruinaron nuestra reputación; nosotros también arruinaremos la de ellos. Sin embargo, Jesús nos llama a un estándar más alto. Él demostró ese estándar al no tomar represalias cuando alguien lo perjudicaba. Y le hicieron mucho daño. Su propio pueblo rechazó Su mensaje (Juan 1:11). Los líderes religiosos se burlaron y trataron de ponerle una trampa (Juan 8:6). Su propia familia se avergonzó de Él intentando que dejara de predicar (Marcos 3:21). Sus amigos le abandonaron en su peor momento (Marcos 14:50), y la ciudad que había gritado "¡Hosanna!" cuando Él llegó al pueblo, gritó "¡Crucifícale!" unos días después (Marcos 15:13). Así pues, Jesús tenía enemigos y, cuando dijo que oráramos por nuestros enemigos, sabía de lo que hablaba.
Jesús nos dio un ejemplo perfecto de cómo orar por nuestros enemigos cuando estaba siendo clavado en una cruz. En medio de Su propia agonía, gritó: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" (Lucas 23:34). Habló con Su Padre sobre las personas que le hacían daño. No pidió su destrucción; no oró por venganza. Oró para que fueran perdonados. Jesús tuvo compasión de las personas engañadas que creían que estaban haciendo lo correcto al matar al Hijo de Dios. No tenían ni idea de lo que realmente estaba ocurriendo. No tenían ni idea de lo equivocados que estaban. Cuando Jesús dijo: "No saben lo que hacen", aludió a un factor importante a tener en cuenta cuando oramos por nuestros enemigos.
Los enemigos por los que oramos nos hieren desde su propio mundo de dolor. Su pensamiento puede estar influenciado por el diablo (2 Corintios 4:4). Sus actitudes podrían haber sido moldeadas por heridas pasadas (Jueces 15:7). Sus acciones pueden haber sido manipuladas por las influencias de sus amigos (2 Reyes 12:13-14). Nada de esto excusa su comportamiento ni minimiza el daño que causan, aunque ayuda a explicar el porqué del asunto. La gente hace lo que hace por sus propias razones. Puede que no sean razones válidas, no obstante, se parecen a aquellos que las tienen. Entonces, ¿cómo orar por aquellos que nos han hecho daño y nunca han tratado de enmendarlo?
1. Podemos orar para que Dios "alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis" sobre la verdad (Efesios 1:18). Cuando los enemigos se ponen en contra de nosotros, les falta entendimiento. Están reaccionando según la carne y no según el Espíritu. Podemos orar para que Dios abra sus corazones con entendimiento para que aprendan de sus errores y crezcan en sabiduría.
2. Al orar por nuestros enemigos, podemos orar por su arrepentimiento. Segunda Timoteo 2:25 dice que "con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad". Es Dios quien ablanda los corazones para que se arrepientan. Cuando oramos para que nuestros enemigos se arrepientan, sabemos que estamos orando de acuerdo con la voluntad de Dios puesto que Él también desea su arrepentimiento (2 Pedro 3:9).
3. Cuando oramos por nuestros enemigos, podemos pedir que nuestros corazones permanezcan sensibles y sean útiles si el Señor quiere usarnos para cumplir Su plan en la vida de nuestros enemigos. "La blanda respuesta quita la ira; mas la palabra áspera hace subir el furor" (Proverbios 15:1). Cuando devolvemos ira por ira, mal por mal, nos ponemos al mismo nivel que nuestro enemigo. Pero cuando respondemos con amabilidad, gentileza y misericordia, la situación suele disiparse en cuestión de minutos. No hay nada más convincente que una respuesta amable a una acción odiosa y grosera. En eso consiste poner la otra mejilla (véase Mateo 5:39). Satanás desea la discordia, así que intenta avivar nuestra furia y nos entrena para que respondamos con la misma moneda. Debemos orar para que Dios mantenga nuestros corazones sensibles hacia los ofensores para que Su bondad se revele a ellos a través de nosotros.
4. Al orar por nuestros enemigos, podemos orar para que Dios obre en sus vidas por causa de esta ofensa para lograr Sus propósitos. Jesús nos enseñó a orar: "Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra" (Mateo 6:10). Siempre es correcto pedir que se haga la voluntad de Dios en cualquier situación. Debemos orar hasta que deseemos lo que Él quiere. Si Él quiere bendecir a nuestro enemigo, eso también lo desearemos. Si Él quiere que sirvamos a nuestro enemigo de alguna manera, entonces eso es lo que deseamos. La oración es la alineación de nuestras voluntades con la de Dios; cuando oramos por nuestros enemigos, necesitamos luchar con nuestras emociones hasta que realmente queramos lo mejor de Dios en sus vidas.
En varios pasajes de la Biblia se nos ordena orar por nuestros enemigos (Lucas 6:27, 35; Romanos 12:20). El más conocido es el pasaje del Sermón del Monte de Jesús. En Mateo 5:43-45, Jesús dijo: "Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos".Es evidente que Jesús espera que oremos por nuestros enemigos.
NO DEJES DE PEDIR A DIOS, CON ORACIÓN CONSTANTE Y PERSISTENTE HASTA QUE OCURRA ALGO:
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